jueves, 7 de abril de 2011

AMOR A LOS 14. CAPÍTULO 4

¡Fin del castigo! Menos mal. Han sido cinco días en los que mis padres no me han dejado salir de casa. También me han prohibido el ordenador, el móvil y ver la televisión a partir de las nueve de la noche. Además, estoy advertida. Si me vuelven a pillar liándome con algún chico en horario de clase me cambian de instituto. Interna. Creo que no lo harían, pero les he prometido que me portaré bien y que lo de Pablo fue un enorme error del que estoy arrepentida. Si es que... ¡Ya me vale! Lo peor no ha sido el estar encerrada en mi habitación sino todas las charlas que me han dado. En el desayuno, en la comida, en la cena... He tenido que escuchar un montón de sermones sobre los chicos, el sexo y las relaciones entre las personas. Aunque lo asumo: la culpa es mía por dejarme llevar y hacer algo que no tenía que haber hecho. Al menos, no en ese momento.
En este tiempo, los besos con mi ex han sido el tema de conversación preferido por todos. Que un profesor te coja dándote el lote en el patio en lugar de estar en su clase es lo suficientemente morboso para que los rumores en el instituto se disparen. En los pasillos he notado miradas y cuchicheos. ¡Qué vergüenza! Encima con lo roja que me pongo.
La que mejor se lo está pasando con este asunto es Alicia. Al ser mi mejor amiga se ha apropiado de los derechos de la exclusiva. Y como a algunos les da corte preguntarme directamente a mí, acuden a ella para que les explique lo que pasó. ¡Cómo le gusta ser el centro de atención! Disfruta muchísimo. Ella siempre ha sido así, desde niña. Quiere ser actriz o presentadora de televisión, una profesión en la que la conozca mucha gente y se sienta admirada. Es muy extrovertida y le encanta que todos estén pendientes de ella. Aunque a veces, no lo consiga de la mejor manera. Recuerdo una vez, cuando éramos pequeñas, que teníamos que representar una función de teatro en la fiesta de final de curso en el colegio: Caperucita roja. Las dos queríamos hacer el papel principal. Tuve suerte y me tocó a mí. Sin embargo, fue tal el berrinche que se llevó que al final cambiamos los papeles para que no llorara más. Alicia hizo de Caperucita y yo de árbol. Me dio las gracias y me dijo que cuando fuera una actriz famosa me regalaría lo que yo quisiese. Esperaré sentada.
El que no se ha tomado tan bien todo esto ha sido Adrián. Ha estado muy serio y un poquito distante conmigo. No hemos hablado mucho desde aquel día en el que sucedió todo. Ni siquiera ha podido aclararme a qué se refería cuando me dijo que yo le recordaba a su antigua novia. Lo cierto, es que no hemos estado a solas ni un solo segundo. Como he permanecido incomunicada en casa y en el recreo me he quedado castigada esta semana, apenas hemos coincidido. Además, ya no me espera para regresar juntos después de clase. Creo que lo de Pablo le ha sentado fatal. ¿O no? Este chico me desconcierta. No sé si le gusto de verdad o no. Y lo que es más preocupante: no sé si me gusta tanto a mí. Sigo hecha un lío.
Anoche tuve un sueño en el que aparecía él. Estaba sentado en un columpio y se balanceaba lentamente. Yo le observaba desde lejos y sonreía. Me apetecía sentarme en el columpio que estaba libre y charlar un rato con él. Sin embargo, mientras caminaba hacia allí, alguien se me adelantó y se colocó a su lado. Era una chica que se parecía mucho a mí. Casi podría decir que era yo misma aunque no lo sentía así. Los dos empezaron a hablar y a reírse mientras se columpiaban. Se notaba una gran complicidad entre ellos, como si se conocieran de siempre. Fue muy raro y debo reconocer que me puse triste. ¿Es eso normal? Yo que sé. Estoy muy perdida en mis sentimientos.
Mi situación me recuerda a esa canción de Robin que empieza: “tengo dos amores a la vez...”. Aunque yo no sé siquiera si tengo uno.
Lo de Pablo fue algo... ¿extraño? Pero a la vez, ¡increíble! He pensado mucho en él desde que nos liamos en el instituto. También es que me he pasado horas y horas aburrida sola en mi habitación sin nada que hacer. Quien sabe si lo nuestro puede volver a surgir o es una historia que ha finalizado del todo. ¿Ha cambiado de verdad? Esa es mi gran duda. Conmigo el día que nos liamos, fue dulce, apasionado, atento. Pero sigue saliendo con los mismos chicos que antes. Los malotes del instituto. Y tontea demasiado con las chicas de clase. O eso es lo que a mí me parece. Que rabia cuando les pone esa sonrisita tan suya. Uff. ¿Qué pretende?
Si le doy una oportunidad quizá me lleve un chasco. No sé.
Hoy, ha pasado una cosa que me hace dudar de él todavía más. Era media mañana, después del recreo. El mismo profesor que nos pilló besándonos en el patio estaba explicando algo en la pizarra. Yo escuchaba medio dormida, con el codo apoyado en la barbilla, dibujando estrellitas y circulitos en mi cuaderno. Y de repente, algo me sobresaltó. “¡Ay!”. Alguien me había lanzado una bolita de papel que me dio en toda la cabeza y había caído al suelo. Miré a un lado y a otro hasta que descubrí que Pablo me observaba y se ponía un dedo en la boca pidiéndome silencio. Luego, me guiñó un ojo. Con sorpresa, me agaché y recogí el papel con sigilo. Desplegué la hojita y leí lo que me había escrito: “Nadie besa mejor que tú. Quiero repetir. Entre clase y clase en el baño de chicas. ¿Te apetece?”. ¡Me entró un escalofrío tremendo!
¿Quería yo repetir? ¿Me apetecía?
Sabía la respuesta. Se me puso la piel de gallina al recordar sus labios suaves en los míos y sus manos rozándome la espalda. Sin embargo, no quería, ni podía arriesgarme. Si me volvían a cazar besándole en el instituto o en alguna otra parte, podía ir preparándome para una buena. Más rumores, más castigos y... ¡más charlas de mis padres! Así que arranqué una página de mi cuaderno y le respondí: “No es el momento. Tal vez otro día”. Hice una pelotita con la hoja y cuando el profesor no miraba se la lancé. Pablo la agarró con la mano, al vuelo, y la leyó. Pensé que pondría cara de fastidio pero me equivoqué. Sonrió y le comentó algo en voz baja al chico que se sienta a su lado que soltó una carcajada. Eso no me gustó nada. ¿Qué le había contado? ¿Tenía que ver conmigo? Inmediatamente, cogió un bolígrafo azul, un papel y se puso a escribir en él. Esperaba que terminase para recibir una respuesta. Lo miraba de reojo, pero Pablo pasaba de mí. Seguía centrado en el papel y en lo que estaba escribiendo. ¡Cuánto tardaba! ¿Qué escribía? ¿El Quijote? Finalmente, acabó, hizo un repaso de lo que había apuntado en la hoja y la arrugó hasta hacer una bola muy pequeña. ¡Por fin! Estaba nerviosa por saber que había escrito. Me di la vuelta, ya sin tener en cuenta al profesor, y lo miré. En cambio, él no me miró a mí. Apuntó en otra dirección y le lanzó la bola de papel a ¡Susana! La tía más buena de la clase. Me quedé helada.
La chica leyó la notita, sonrió y le respondió con otro mensaje en forma de bolita de papel.
A cuadros.
Mis sensaciones durante el resto de la mañana fueron contradictorias. Por un lado, me repetía a mí misma que había sido una estúpida por creer que le volvía a gustar a Pablo. Se había liado conmigo como podría haberse liado con cualquiera. ¡Tenía que olvidarme de él ya! Pero por otro, me decía que no debía juzgarle sin saber lo que ponía en aquel papel. ¿Debía averiguarlo o no era asunto mío?
Me estaba volviendo loca.
La penúltima clase fue insufrible y la última se hizo eterna. Entonces, mientras recogía, inesperadamente, Pablo se acercó hasta mí. No venía acompañado y parecía muy alegre. Alicia, con una sonrisa pícara, me dijo que me esperaba fuera. Adrián se había marchado ya también, en silencio, sin despedirse. No quedaba nadie más. Solos, él y yo. Como aquel día en el patio. Como antes cuando salíamos y nos divertíamos juntos. De nuevo, un escalofrío. ¿Qué quería?
Estaba nerviosa. Se sentó encima de mi mesa y me pidió que me sentara un momento con él. No sé por qué, pero le hice caso. No habíamos hablado casi nada desde que nos liamos. Escuchaba como mi corazón latía deprisa. ¡Me iba a dar algo! Y entonces habló sonriente. Me contó que lo de aquel día fue muy especial para él y que le apetecía repetirlo conmigo si a mí también me apetecía. Que hasta se estaba planteando pedirme volver a salir. Pero que si yo no estaba segura o no quería que me comprendía y me respetaba. Le oía embobada. Tanto que no me di cuenta de que cada vez estaba más cerca y de que sus labios tenían intención de contactar de nuevo con los míos. ¡Otra vez!
Pero en esta ocasión no hubo beso.
Como quien se despierta de un sueño profundo, di un brinco al ver a alguien en el umbral de la puerta de la clase. Adrián había regresado. “Se me había olvidado el abrigo”, comentó muy serio y se marchó de nuevo.
Instintivamente, me puse de pie. Pablo también se levantó, pero no le dejé hablar más. Le di un beso en la mejilla y me fui a casa sola.
Sí, el castigo ha terminado, pero mis dudas, mis preguntas y mis indecisiones continúan muy presentes.

CONTINUARÁ... EL LUNES

3 comentarios:

  1. Wow, que confusión más grande debe de tener la pobre...
    Me encanta tu historia^^
    Ya estoy deseando leer el siguiente capítulo.

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  2. Me encanta !
    De verdad! Es genial !
    ¿Y..por que no haces amor a los 14 en un libro?
    Yo por lo menos, ya sé de alguien que lo compraría (:

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  3. madre mia me leido los 4 capitulos del tiron me encantaa la manera en la k describes la historia blue!! es tan reaal! uff y a los 14 es normal esas dudas xD sta genial espero el capi 5 impaciente =)

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