lunes, 25 de abril de 2011

AMOR A LOS 14. CAPÍTULO 6

Las consecuencias del beso que me dio Adrián fueron inmediatas. Alicia se acercó hasta mí y me preguntó que qué clase de amiga era. Me acusó de traidora y de muchas cosas más. No se podía creer que hubiera besado al chico que le gustaba justo el día en el que iba a declararse. Yo la miraba, pero no sabía que decirle. Intentaba explicarle que aquello no había sido cosa mía, pero solo me salían palabras sueltas y sin sentido. Tartamudeaba nerviosa. Empecé a notar como mis ojos volvían a humedecerse. ¡La presión del momento me estaba superando!
Adrián tampoco decía nada. Aguantaba como podía los constantes insultos de Pablo y observaba con cierta tristeza la bronca que mi amiga me estaba echando. Para él tampoco fue sencillo. Sin embargo, cuando más tensa estaba la situación, hizo algo que ninguno esperábamos. Cogió de un brazo a Alicia, la miró a los ojos fijamente y le confesó que a ella solo la quería como amiga. Lo sentía mucho, pero la que realmente le gustaba era yo. Fueron solo unos cuantos segundos pero se hicieron eternos. Cada palabra era una sentencia. Cuando el chico terminó de hablar, los cuatro nos quedamos en silencio. La gente caminaba a nuestro lado en el centro de la ciudad y nos observaba curiosa.
Pablo fue el primero en reaccionar. Dio una patada a una piedrecita que había en la acera, se dio la vuelta y se marchó silbando con las manos dentro de los bolsillos del pantalón. Le entendí un “tú te lo pierdes” y reconocí en su comportamiento al chico de las últimas semanas. Para él, todo aquello había sido un juego. No me quería, solo pretendía pasar un buen rato conmigo de vez en cuando. Y quizá si no lo hubiera pillado liándose con Susana en el cine, no me hubiera dado cuenta nunca. En ocasiones, las casualidades son las que marcan tu futuro. No sabes el motivo, ni por qué pasan, pero de buenas a primeras chocas con algo de improvisto y lo que en un minuto era de una manera al siguiente lo es de otra. Así de caprichoso es el destino. Y aunque me dolió verlo con la tía más buena de mi clase, más me hubiera dolido darle una oportunidad y enterarme luego de que, en realidad, no había cambiado.
Cuando mi ex novio se fue, Alicia se dirigió cabizbaja hasta un banco. Se sentó y se puso las manos en la barbilla. Pensativa. Me daba miedo sentarme con ella, pero Adrián me hizo un gesto cómplice y acudí con él a su lado. No nos miró. Balbuceaba frases ininteligibles en voz baja y movía de un lado para otro la cabeza. En ese instante, ¿que se suponía que debía hacer? ¿La abrazaba y le pedía perdón por lo que había hecho? ¿O me quedaba callada esperando que reaccionara?
Al verla así, comencé a arrepentirme un poco del beso a Adrián. Sí, había sido él quien se había lanzado, pero yo le seguí. No me aparté y también lo besé a él. Me gustó. Me gustó mucho que me besara de esa forma. Y me sentí bien. Arropada, protegida, incluso querida. Pero Alicia estaba tan mal...
Una vez más, fue Adrián el primero en actuar. Le insistió a mi amiga con dulzura que le mirase. Ella al final accedió sin ningún entusiasmo. Estaba muy seria. Pero él sonrió y le expuso sus verdaderos sentimientos. Me sorprendió su tranquilidad al hablar. Comenzó diciéndole que era una chica estupenda, un sueño para cualquiera, pero que él solo la veía como una gran amiga. Le dijo tantas cosas bonitas que casi me puse celosa. Yo callaba y escuchaba. Asentía con la cabeza a todo cuanto Adrián afirmaba de Alicia. Me seguía resultando difícil mirar a los ojos a mi amiga que resoplaba una y otra vez. Finalmente, los dos sonrieron por una broma que él le gastó. Y se fundieron en un abrazo. Luego Ali me abrazó a mí. Alcancé a ver lágrimas en su rostro. Me dio muchísima pena. Es muy duro que te rechacen. Yo lo sé bien. El desamor es una de las peores cosas que existen en la vida. Tú pones todo de tu parte y te entregas por otra persona. Tu corazón se descontrola y no puedes hacer nada por evitarlo. Pero si esa persona no siente lo mismo que tú, el mundo se te cae. Todo se derrumba. Es tal la sensación de angustia que apenas te deja respirar. Y se forman esos nudos tan famosos en la garganta y en el estómago.
Pobre Alicia.
Los tres nos pusimos de pie. Caminamos unos minutos por el centro en silencio. No había mucho más que decir. Aún era temprano para irnos a casa, pero mi amiga no tenía ganas de nada más. Aunque intenté convencerla de que se quedase, no quiso. Para ella la tarde y la ilusión habían terminado. Se despidió de nosotros y después de una sonrisa triste se marchó. Creo que una vez que sabía que no tenía nada que hacer con Adrián, prefería llorar y desahogarse sola en su habitación. Me sabía muy mal verla así y no acompañarla, pero en ese momento lo mejor para ella era que no la agobiara.
Y entonces, mientras se alejaba, caí en algo: ¡Estaba a solas con Adrián!
Sí, era algo obvio, pero no me había dado cuenta de lo que eso significaba. Me puse muy nerviosa. Me temblaban las piernas. ¡Y más cuando me cogió de la mano!
Todo era como una especie de sueño extraño. Caminaba cogida de la mano del chico que le gustaba a mi amiga, al que hacía pocos minutos había besado, después de ver a mi ex liándose con otra. ¿Seguro que no era un sueño?
No, no lo era. Y si lo era me desperté de golpe cuando Adrián me preguntó si me podía besar de nuevo. Estábamos al lado de una fuente en una plaza llena de gente, aunque lo que más se escuchaba era el sonido del agua cayendo con fuerza contra el fondo repleto de monedas. Yo, sin embargo, lo único que oía eran los latidos de mi corazón.
No sé si le llegué a responderle, pero no hizo falta. Quería que me besara y me besó. Las gotitas de agua que salpicaban de la fuente mojaban mi pelo y mi cara, pero eso no era lo que más escalofríos me provocó. Sus labios en mis labios, sus manos en mi cintura, su cuerpo tan cerca del mío... Uff.
En el beso, abrí los ojos un instante. Él mantenía los suyos cerrados. Es una sensación tan increíble ver al chico al que besas entregado a ti... Y me sentí feliz. Muy feliz. En ese momento, no pensaba en Alicia, ni en Pablo. En nadie. En nada. Solo disfrutaba de él. De ese chico tímido, atractivo, inteligente. El mismo que llevaba una semana casi sin hablarme, que me había comparado con su ex novia y que había despertado en mí un sentimiento que hasta entonces no había conseguido descifrar.
¿Estaba enamorada de él? Difícil pregunta con difícil respuesta. Lo estaba pensando mientras su boca y la mía continuaban unidas hasta que, de repente, uno de los chorros de la fuente se volvió loco y apuntó directamente hacia nosotros. Yo grité y salí corriendo, agarrando a Adrián de la mano. Pero ya era tarde. Estábamos empapados de agua.
Nos quitamos los abrigos, completamente mojados. Y pese al frío, nos reímos hablando de lo que acababa de pasar. Un nuevo beso. Éste más cortito. Y más sonrisas.
Me sentía como si fuese la protagonista de una película de estas romanticonas.
Sin embargo, algo sucedió que rompió la magia del momento.
Adrián metió la mano en uno de los bolsillos de su abrigo y cogió su móvil para comprobar que no se había mojado. Me dijo que tenía un mensaje. Lo abrió y su cara cambió completamente al leerlo. No me reveló de quien era, ni lo que ponía, pero me dijo que tenía que irse ya, que se había hecho muy tarde. Fue muy raro.
Como vivimos uno al lado del otro, me acompañó a casa. Aunque fuimos de la mano, estaba como ausente. No hablamos mucho y empecé a preocuparme. ¿Qué decía ese SMS para que aquel chico cambiara tanto?
No quería separarme de él. ¡Me daba miedo que al día siguiente las cosas no fueran de la misma manera! Pero no podía hacer nada. ¡Maldito mensaje!
En la puerta de mi casa, Adrián se serenó de nuevo y regresó el chico sensible y tranquilo de siempre. Me dijo que lo había pasado genial y que le gustaba. Que le gustaba muchísimo. Me puse muy colorada y esta vez fui yo la que se lanzó. Le rodeé el cuello con mis brazos y lo besé intensamente. Fueron unos segundos preciosos que me dejaron un gran sabor de boca.
Lo peor fue verlo alejarse hasta su casa. Me miró una última vez y se dio la vuelta para ya no girarse más. Entré en mi casa y cerré tras suspirar varias veces.
Ese ha sido mi sábado.
La luna sigue presidiendo la noche con toda su magnitud. Está preciosa. Y hay cientos estrellas que la escoltan.
No sé si estoy enamorada. Mis sentimientos ahora son muy fuertes, pero me da miedo sentir más. ¿Debo ser más precavida? ¿Estará enamorado de mí o solo le gusto un poco? Adrián no es como Pablo, pero tampoco sé si debo arriesgarme con él. ¿Y si me llevo otro palo? No quiero pasarlo mal por amor otra vez. No lo soportaría después de lo que mi ex me ha hecho.
Creo que por esta noche no le daré más vueltas a la cabeza, aunque sé que será muy difícil no pensar en todo lo que ha pasado hoy. Me costará dormir. Pero si lo consigo y sueño, espero encontrarme con Adrián y que me trate y que me bese como lo ha hecho en la realidad.


¿Se harán novios Laura y Adrián?
¿Cómo afectará lo que ha pasado entre ellos a la relación con Alicia?
¿Qué decía y quien le ha enviado el SMS al chico?
¿Se ha rendido Pablo definitivamente?

domingo, 24 de abril de 2011

ESE DÍA TAN INCREÍBLE QUE ES SANT JORDI...

¿Quién dijo que las segundas partes nunca fueron buenas?

Para mí, este Sant Jordi ha sido igual o mejor que el del año pasado. Sí, es cierto que en el 2010 no sabía nada de este día, que era tan extraordinario, y que me pilló todo por sorpresa. Pero en el 2011, he firmado muchos más libros, he notado el mismo cariño de la gente y la experiencia ha vuelto a ser más que positiva.

Mi jornada comenzó a las cinco de la mañana cuando me desperté para organizarlo todo. Tenía que coger el tren de las 7.30. Llovía a mares en Madrid, las mangas de la chaqueta se me mojaban y arrugaban y el taxi daba unos botes que pensaba que nos quedaríamos tirados en cualquier semáforo. Afortunadamente, llegué temprano a Atocha y pude tomar con tranquilidad el AVE rumbo a Barcelona.

Y primera sorpresa del día: mismo vagón que Javier Ruescas. Qué casualidad. Todos conoceréis a Javier y si no, yo os lo presento. Es el joven escritor que arrasa en el público juvenil con sus “Cuentos de Bereth” y “Tempus Fugit”. Solo nos habíamos visto en persona una vez, un “hola y adiós”, pero desde que comencé en esto ha estado muy presente en mi facebook, twitter, en las listas de ventas, seguidores, amigos en común... Y la verdad es que es un tío muy agradable y con el que se puede mantener una conversación de tres horas y cuarto sin aburrirte. Nos contamos un poco nuestras vidas, nuestra forma de escribir y nuestro futuro cercano. No doy exclusivas. La conclusión: me queda mucho que aprender jaja. Javier tiene más tablas en este mundo que yo y me parece una buena referencia a la hora de hacer las cosas. Seguiremos en contacto.

Barcelona nos acogió con nubes y claros y previsiones de lluvia durante todo el día. Pero el Santo Jordi se puso de nuestra parte y no cayó ni una sola gota en toda la mañana y hasta salió el sol e hizo calor por la tarde. Fracaso rotundo de los hombres del tiempo que no han dado una en el fin de semana.

¿Os he dicho ya lo especial que es el 23 de abril en la ciudad condal? Si te gustan los libros, la literatura... o algo que se le parezca, no puedes irte de este mundo sin haber estado al menos una vez en el Sant Jordi barcelonés. Las calles se engalanan de rosas y de coloridas paradas llenas de novelas, diccionarios, manuales, cuentos... es una verdadera pasada. Y de gente. Miles de personas por las calles. Incluso, este año que caía en Sábado Santo todo estaba hasta arriba.

Mi primera firma era en Abacus, pero no en el que estuve el año pasado. Este me lo organizaron en L´Illa, un centro comercial bastante grande. Y ahí firmé mis primeros libros. Fue una hora que se hizo muy corta, porque aunque estaba solo en la parada, no paré de firmar. Ahora tengo que dedicar dos libros, por lo que tardo más. No voy a nombrar a todo el mundo, es imposible y necesitaría mejor memoria y quince páginas. Perdonadme, por favor, fuisteis muchísimos y os estoy agradecidos a todos por igual. Millones de gracias por hacerme sentir especial una vez más. Pero sí me gustaría hablar de algunos de vosotros de los que ayer vinisteis. Por ejemplo, de Rocío, una de las grandes seguidoras de CPP que me sigue desde hace mucho en Facebook y a quien le tengo mucho cariño. Fue con su chico y vi como se emocionaba mucho. Me alegro de haberte visto y seguiremos hablando cuando quieras por las redes sociales.

Allí me vinieron a ver Aida, Ainhoa, Andrea... También conocí a la seguidora más pequeña del día, que curiosamente fue a la primera que firmé. Aina solo tiene once años y ya ha leído CPP. Sus padres, encantadores.

Aquí quiero hacer un pequeño inciso. Y es para dar las gracias a toooooodos los padres y especialmente, a las madres, que acompañan a sus hij@s a las firmas. Aguantan colas, les compran los libros, incluso los leen... hablan conmigo, hacen las fotos... aunque los seguidores de CPP suelen ser chicos entre doce y veintitantos años, las madres y los padres son una parte fundamental de esta historia. Así que mi gratitud a todos ellos y en esta ocasión en particular a los que vinieron a mis firmas en Sant Jordi.

Después, me tocó firmar en la FNAC de L´illa, que estaba prácticamente al lado. Hubo más o menos la misma gente que en Abacus y me sentí muy cómodo todo el rato. Muchas fotos y más firmas. Ni recuerdo exactamente quienes fueron mis compañeros de mesa. Sí que recuerdo a un grupito de chicas muy majas. Incluso hablé con una por teléfono para decirle que sus amigas estaban conmigo. Gracias a todas! También apareció por allí Estela de Atalaya Literaria y Jenni. Y creo que Neus, Ester e Inés, aunque no recuerdo bien si a ellas las vi ahí o en Abacus. La memoria me falla después de un día tan largo y en el que vi a tanta gente. Vuelvo a pedir disculpas si no os nombro o si me equivoco de sitio jaja.

A las 14.00 terminó la firma en FNAC.

Everest me dejó tres horas libre hasta la próxima parada. Gracias a Martí Romaní, especialmente a ti por todo tu esfuerzo y dedicación, y a todos los comerciales por como me tratasteis. Y en ese tiempo tuve dos cosas importantes que hacer.

La primera, una entrevista para el Desván Encantado de los libros con Teresa. Ella, ¿su chico? Y yo nos fuimos a tomar una Coca Cola y a hablar un poco de todo. Y al final la entrevista, se convirtió más en una entretenida charla e interesante intercambio de opiniones. Tengo ganas de leer tu entrevista, Teresa.

Comí rápidamente y me fui a hacer otra de las cosas con las que debía cumplir al medio día: la escritora Care Santos propuso en su facebook que los autores hiciéramos un bookcrossing con nuestros libros. Y me pareció una gran idea. Es algo parecido a lo que hace Álex en “Canciones para Paula”. Así que dejé mi ejemplar de “¿Sabes que te quiero?” dedicado en un lugar de la ciudad. Vale, lo cuento para los cotillas: en un banco de madera de un parquecito detrás del centro comercial de L´illa.

El plan que tenía para las cuatro no salió y así tranquilamente, me fui caminando hasta el Corte Inglés de Francesc Maciá. Allí fue donde menos gente hubo. Fue divertido estar en la misma mesa con Elisenda Roca o Josef Ajram, que no tenía ni idea de quien era hasta ayer. Fue el que más firmó y más fotos se hizo de todos nosotros. El tiempo se hizo más ameno gracias a Aroa y su hermana, que se pasaron por allí de casualidad para una firma a las 18.00. Gracias a ambas por todo.

Y del Corte Inglés... a FNAC Triangle en coche con Javier Hernández. Y aquello sí que fue una verdadera locura. Cuando llegué no vi a nadie. Todo el mundo estaba detrás de un cordón de seguridad. Ni me dejaban pasar a mí. Pero cuando me senté, empezaron a hacer cola chicas y chicas y más chicas, algunas con sus madres, claro. Fueron tantas que no pude firmarles a todas!! Así que los de la organización mandaron a muchas para mi siguiente parada que era en la librería Catalonia. Quiero pedir disculpas si alguna lo pasó mal, no pudo llevarse el libro firmado o se molestó. No fue culpa de nadie, pero me sentí un poco mal por todo. Intenté firmar lo más deprisa posible, pero es que no dio tiempo a más.

En FNAC Triangle conocí a María Muñoz, a quien regalé un libro como le había prometido. Me encantó conocerte. Una pena que Laura no pudiera venir. Fue un placer estar también con Àngela, con Vane, con Carme (siento no haber escrito bien tu nombre!!), con Wendy, con Laia... ver a Paula de nuevo!, con Sandra, con Julia, con Mandy, con Cristina... y con todas las demás. Unas cincuenta o sesenta que estuvisteis allí. Vuelvo a pedir perdón por no poner a todas.

Allí también vi aunque menos tiempo del que quisiera a Anabel Botella, mil gracias por acercarte a saludarme, a las hermanas Grimaldi (Ya os vale venir tan tarde!!!:P) y a las chicas del centro para el que trabaja Esther Reales. Os debo una visita en exclusiva para vosotras. Sabéis que para lo que necesitéis, podéis contar conmigo y en cuanto queráis hacemos esa entrevista vía email, facebook, chat... lo que queráis. Un beso a todas.

Y corriendo desde allí volamos a Librería Catalonia. Había ya mucha gente allí. Las que me estaban esperando y... las personas que hacían cola para estar con Risto Mejide xD. No me dio tiempo ni a saludarlo y eso que me senté a su lado. Fue tan precipitado todo. Tantas firmas, fotos... oía de fondo lo que decía. Como le entrevistaba la tele o como intentaban ligar con él varias de las que fueron a verle. Es un personaje que a mí nunca me ha caído mal. Me parece un tío muy listo. Y ahora me cae mejor después de su frase al marcharse. Risto se levantó, me tocó el hombro, me dio la mano y me dijo: “Enhorabuena. No esperaba que nadie firmara más libros que yo. Felicidades por tu éxito”. Fue genial! No supe que decir, en parte porque estaba en blanco y colapsado por todo el día, el cansancio, tantas y tantas firmas, fotos, ir de un sitio para otro... pero cuando llegué a casa le escribí en twitter y él me respondió. Si queréis saber lo que nos dijimos buscadlo en mi twitter (@franciscodpaula).

Catalonia estuvo genial. Allí estuvieron Amada, Rosa Por fin conocí a Elenita!! Una de las clásicas de CPP y una persona entrañable en toda esta aventura. Y también a Sara, a la que reconocí, aunque ella no se lo esperara xD. Y finalmente, vinieron Demi y una amiga suya. Con ellas estuve los últimos minutos de la firma, más tranquilos, y con ellas me fui en metro hasta la estación de Sants donde tenía que coger el tren de vuelta a Madrid.

A las doce y media llegué a mi casa donde me encontré todas mis páginas colapsadas de mensajes, comentarios, fotos, peticiones de amistad...



Hoy todavía sigo cansado, aunque me desperté a las nueve y sigo haciendo cosas de CPP. Respondiendo, mandando mensajes, escribiendo, pasando fotos... pero es muy divertido y quiero repetir todos los años que sea posible.

Sant Jordi es especial y vivirlo en Barcelona es todo un lujo para mí.

Gracias a todos los que habéis colaborado para haberlo hecho posible un año más.



Próxima parada: Logroño!

lunes, 11 de abril de 2011

AMOR A LOS 14. CAPÍTULO 5

La luna luce preciosa esta noche. El cielo está totalmente despejado y las estrellas brillan más que nunca. O esa es la impresión que yo tengo. Pero hoy no soy demasiado objetiva. Aunque hace frío, no sopla el viento helado que hemos sufrido a lo largo de este invierno. Es una noche para enamorados y para enamorarse.
Y yo... ¿Estoy enamorada?
¡Que sábado más extraño! Y ha terminado de la manera más inesperada que podía imaginar. ¡Ha sido... ¡ No me salen las palabras para describir mis sentimientos y sensaciones. ¡Son tantas y tan distintas!
Pero comenzaré por el principio.
Tras pasarme unos días encerrada en casa por el castigo que mis padres me habían puesto después de que mi profe me pillara besando a Pablo, me apetecía salir. Tenía muchas ganas de ir al centro, ver una peli en el cine y comerme una hamburguesa de esas enormes con patatas para cenar. No soy de las que hace esto muy a menudo, pero hoy me ha tentado la propuesta de Alicia. A medio día, mi amiga me llamó al móvil y me dijo que qué me parecía una tarde juntas. Me iba a negar, pero me sorprendí a mí misma contestándole que aceptaba y preguntándole lugar y hora.
¿Las dos solas? Sí. O al menos, eso fue lo que me hizo creer.
Sin embargo, cuando llegué al sitio en el que habíamos quedado, al que encontré esperando fue a Adrián. Intenté disimular mi sorpresa, aunque no sé si lo conseguí. Lo saludé y él me respondió con frialdad. Apenas cruzamos cuatro palabras. Seguía molesto conmigo, como durante toda la semana. Desde que ocurrió lo de Pablo, ha mostrado esa actitud. Pero... ¿qué hacía él allí? ¿íbamos a salir juntos? Enseguida, obtuve una respuesta afirmativa, porque Alicia apareció inmediatamente gritando. Haciéndose notar, como siempre. Nos dio dos besos a cada uno y se puso a hablar como una loca, a decir lo bien que nos lo pasaríamos los tres esa tarde. No paraba ni un segundo. Se le notaba nerviosa y más tarde descubriría el por qué.
Comenzamos a caminar por el centro. Nos detuvimos en numerosas tiendas en rebajas y escaparates llenos de prendas a mitad de precio. Aspiramos el olor a gofres y a castañas asadas. Vimos a muchísima gente caminando sin prisas y más arreglada que en un día normal. Así es un sábado por la tarde en la gran ciudad. Ambiente ideal para desconectar de la rutina y olvidar los malos tragos de la semana. Sin embargo, yo no estaba cómoda. La situación no era la más agradable para mí, ya que Adrián y Alicia conversaban entre ellos y me dejaban un poco de lado. ¿Habría algo entre los dos? Según él, la última vez que hablamos, ella era solo una amiga y no le gustaba de otra forma. Pero por lo que estaba viendo en ese instante, parecían más compenetrados y cercanos el uno con el otro. ¿Había cambiado de opinión? Los tíos son así. No hay quien los entienda. Aunque nosotras también tenemos lo nuestro. Si no, como explicar aquellos celos que me estaban invadiendo por dentro. No soportaba tanta risita y tanta complicidad entre ellos. Quería salir para pasármelo bien con mi amiga, no para sujetarle los candelabros.
Llevada por un impulso incontenible, agarré a Alicia por la mano y salí corriendo con ella hacia el cine al que íbamos a ir en el final de la calle. “¡Tú compra las palomitas!” le grité a Adrián, que se quedó inmóvil, sorprendido por mi reacción.
Creo que ninguno de los dos se dio cuenta de por qué hice eso. Aparentemente, fue un gesto infantil y divertido. Pero la realidad era muy distinta. Me seguía gustando Adrián. Y verlo tan cariñoso y atento con mi amiga me fastidiaba. El problema era que hacía dos horas había hablado por el MSN con Pablo. Y mis sensaciones con cada una de sus palabras eran las mismas. Estuvimos charlando de todo un poco, riéndonos, intercambiando iconos... En la soledad de mi habitación, sonreía, suspiraba y me convencía a mí misma de que Pablo había cambiado. Tal vez, lo nuestro solo había sido un descanso. Una pausa de esas que hacen algunas parejas para aclarar lo que sienten de verdad. Sin embargo, ¡Adrián también me gustaba!
Entonces, ¿a cuál de los dos prefería?
Sabía que me estaba comportando como una cría, pero era incapaz de aclararme. Aunque lo más curioso de todo es que no estaba ni con uno ni con otro.
En la cola para comprar las entradas, Alicia me hizo una confesión. Cambió su actitud habitual y tímidamente, casi me susurró el motivo de aquella cita para tres: se iba a declarar a Adrián y quería que yo le echara una mano. Me quedé con la boca abierta. Según me contó, había tenido sus dudas, porque no estaba segura de los sentimientos del chico hacia mí. Aquel corazón con la “L” dibujada en su cuaderno que vimos antes de Navidad aún le hacía sospechar. Pero después de que se besaran en la juguetería y de que yo me liara con Pablo, con el que creía que formaba una muy buena pareja, decidió contar conmigo para intentar conquistar el corazón de Adrián. Y que mejor que salir los tres juntos un sábado por la tarde. Me sentía utilizada. Mi amiga solo me había llamado para que le ayudara a ligarse a un tío, que curiosamente, también me gustaba a mí. Uff. Le pregunté que por qué aquello no lo hacía ella solita, que era ya mayor y que yo allí no pintaba nada. Quizá fui un poco borde, pero es que estaba furiosa. Alicia se puso muy seria y me pidió perdón. Mientras pagábamos las entradas, me explicó que no sabía cómo actuar con él y que tenía miedo de que si yo no iba, Adrián se hubiera negado a ir con ella sola.
Resoplé. La entendía. Aunque no por eso dejaba de estar molesta. Sin embargo, traté de serenarme y le di un abrazo. Casi se pone a llorar y una vez más me pidió disculpas. Pobrecilla. Me daba pena verla así. Alicia es mi mejor amiga y aunque a veces haga cosas con las que no estoy de acuerdo, la quiero mucho. Un tío no debía ser un obstáculo entre ambas. Sin embargo, aquel chico nuevo en la ciudad, había logrado crear, sin quererlo, un conflicto tras otro entre las dos.
Adrián llegó poco después cargado con tres grandes bolsas de palomitas. Me fijé bien en él. ¿Qué tenía para gustarnos tanto a Alicia y a mí hasta el punto de habernos enfrentado? Cruzamos miradas y sentí un escalofrío. Sonrió y yo como una tonta, le sonreí. ¿Era una señal de paz?
La sala del cine estaba ya a oscuras cuando entramos. La película no había empezado pero sí los trailers previos. Nuestra fila era la úndecima. Adrián se sentó en la butaca del centro y nosotras, cada una a un lado. Alicia a su izquierda y yo a la derecha. Entonces se me pasó por la cabeza algo. ¿Y si mi amiga decidía que aquel era el momento para lanzarse? No lo creía posible, pero rezaba para que no se liaran delante de mí.
No presté atención al principio de la película. Solo escuchaba el ruido de las palomitas y el sorbo de los refrescos. Estaba muy tensa y me negaba a mirar hacia mi izquierda, aunque me moría de curiosidad por saber si Alicia había dado un paso adelante, cogiéndole la mano o apoyando la cabeza en su hombro. Si eso era así, lo siguiente podrían ser besos.
¡Me estaba volviendo loca! Así que cerré y abrí los ojos un par de veces con fuerza, suspiré e intenté concentrarme en la pantalla. Lo logré durante unos minutos hasta que...
La sala permanecía en silencio, salvo por una parejita que se besuqueaba cinco filas delante de nosotros. Eran besos demasiado escandalosos. Además, a ella se le escapaba alguna que otra risa bastante imprudente. No me había dado cuenta hasta entonces, pero aquella chica me resultaba familiar. De repente, se giró porque alguien le estaba llamando la atención y la vi. ¡Susana! ¡Qué coincidencia! Pero la casualidad no acababa ahí. Mi sorpresa fue aún mayor cuando el chico con el que estaba también se dio la vuelta y observé que con el que se estaba liando la tía más buena de mi clase era... Pablo.
No pude contenerme. Me levanté de mi asiento y bajé hasta la fila siete. Ellos no me vieron hasta que puse una mano en el hombro de mi ex novio para llamar su atención. Pablo me miró estupefacto y sin que le diera tiempo a decir nada, recibió un gran tortazo en plena cara acompañado de un insulto. Me hice daño en la mano, pero más dañado tenía el corazón.
Salí corriendo. Quería huir de allí. Me sentía engañada y humillada. Sin decir nada a mis amigos me marché del cine. Las lágrimas bañaban mis ojos y mis mejillas. Estaba tan enfadada que no me percaté de que el semáforo estaba en rojo. Iba a cruzar, pero una mano me agarró con fuerza por la camiseta y tiró de mí hacia la acera.
Cuando me di cuenta estaba cautiva en los brazos de Adrián que me miraba con dulzura. ¡Me quedé hipnotizada! No podía separar mis ojos de los suyos. Y sin pronunciar ni una sola palabra, apoyé mi cabeza en su pecho y descargué toda mi rabia en un llanto amargo y profundo. Lloré y lloré, hasta que mi amigo me sujetó delicadamente la barbilla, alzó mi cabeza hacia el frente y me besó con pasión en los labios.
Todo eso, delante de Pablo y de Alicia que también habían salido en mi busca.

jueves, 7 de abril de 2011

AMOR A LOS 14. CAPÍTULO 4

¡Fin del castigo! Menos mal. Han sido cinco días en los que mis padres no me han dejado salir de casa. También me han prohibido el ordenador, el móvil y ver la televisión a partir de las nueve de la noche. Además, estoy advertida. Si me vuelven a pillar liándome con algún chico en horario de clase me cambian de instituto. Interna. Creo que no lo harían, pero les he prometido que me portaré bien y que lo de Pablo fue un enorme error del que estoy arrepentida. Si es que... ¡Ya me vale! Lo peor no ha sido el estar encerrada en mi habitación sino todas las charlas que me han dado. En el desayuno, en la comida, en la cena... He tenido que escuchar un montón de sermones sobre los chicos, el sexo y las relaciones entre las personas. Aunque lo asumo: la culpa es mía por dejarme llevar y hacer algo que no tenía que haber hecho. Al menos, no en ese momento.
En este tiempo, los besos con mi ex han sido el tema de conversación preferido por todos. Que un profesor te coja dándote el lote en el patio en lugar de estar en su clase es lo suficientemente morboso para que los rumores en el instituto se disparen. En los pasillos he notado miradas y cuchicheos. ¡Qué vergüenza! Encima con lo roja que me pongo.
La que mejor se lo está pasando con este asunto es Alicia. Al ser mi mejor amiga se ha apropiado de los derechos de la exclusiva. Y como a algunos les da corte preguntarme directamente a mí, acuden a ella para que les explique lo que pasó. ¡Cómo le gusta ser el centro de atención! Disfruta muchísimo. Ella siempre ha sido así, desde niña. Quiere ser actriz o presentadora de televisión, una profesión en la que la conozca mucha gente y se sienta admirada. Es muy extrovertida y le encanta que todos estén pendientes de ella. Aunque a veces, no lo consiga de la mejor manera. Recuerdo una vez, cuando éramos pequeñas, que teníamos que representar una función de teatro en la fiesta de final de curso en el colegio: Caperucita roja. Las dos queríamos hacer el papel principal. Tuve suerte y me tocó a mí. Sin embargo, fue tal el berrinche que se llevó que al final cambiamos los papeles para que no llorara más. Alicia hizo de Caperucita y yo de árbol. Me dio las gracias y me dijo que cuando fuera una actriz famosa me regalaría lo que yo quisiese. Esperaré sentada.
El que no se ha tomado tan bien todo esto ha sido Adrián. Ha estado muy serio y un poquito distante conmigo. No hemos hablado mucho desde aquel día en el que sucedió todo. Ni siquiera ha podido aclararme a qué se refería cuando me dijo que yo le recordaba a su antigua novia. Lo cierto, es que no hemos estado a solas ni un solo segundo. Como he permanecido incomunicada en casa y en el recreo me he quedado castigada esta semana, apenas hemos coincidido. Además, ya no me espera para regresar juntos después de clase. Creo que lo de Pablo le ha sentado fatal. ¿O no? Este chico me desconcierta. No sé si le gusto de verdad o no. Y lo que es más preocupante: no sé si me gusta tanto a mí. Sigo hecha un lío.
Anoche tuve un sueño en el que aparecía él. Estaba sentado en un columpio y se balanceaba lentamente. Yo le observaba desde lejos y sonreía. Me apetecía sentarme en el columpio que estaba libre y charlar un rato con él. Sin embargo, mientras caminaba hacia allí, alguien se me adelantó y se colocó a su lado. Era una chica que se parecía mucho a mí. Casi podría decir que era yo misma aunque no lo sentía así. Los dos empezaron a hablar y a reírse mientras se columpiaban. Se notaba una gran complicidad entre ellos, como si se conocieran de siempre. Fue muy raro y debo reconocer que me puse triste. ¿Es eso normal? Yo que sé. Estoy muy perdida en mis sentimientos.
Mi situación me recuerda a esa canción de Robin que empieza: “tengo dos amores a la vez...”. Aunque yo no sé siquiera si tengo uno.
Lo de Pablo fue algo... ¿extraño? Pero a la vez, ¡increíble! He pensado mucho en él desde que nos liamos en el instituto. También es que me he pasado horas y horas aburrida sola en mi habitación sin nada que hacer. Quien sabe si lo nuestro puede volver a surgir o es una historia que ha finalizado del todo. ¿Ha cambiado de verdad? Esa es mi gran duda. Conmigo el día que nos liamos, fue dulce, apasionado, atento. Pero sigue saliendo con los mismos chicos que antes. Los malotes del instituto. Y tontea demasiado con las chicas de clase. O eso es lo que a mí me parece. Que rabia cuando les pone esa sonrisita tan suya. Uff. ¿Qué pretende?
Si le doy una oportunidad quizá me lleve un chasco. No sé.
Hoy, ha pasado una cosa que me hace dudar de él todavía más. Era media mañana, después del recreo. El mismo profesor que nos pilló besándonos en el patio estaba explicando algo en la pizarra. Yo escuchaba medio dormida, con el codo apoyado en la barbilla, dibujando estrellitas y circulitos en mi cuaderno. Y de repente, algo me sobresaltó. “¡Ay!”. Alguien me había lanzado una bolita de papel que me dio en toda la cabeza y había caído al suelo. Miré a un lado y a otro hasta que descubrí que Pablo me observaba y se ponía un dedo en la boca pidiéndome silencio. Luego, me guiñó un ojo. Con sorpresa, me agaché y recogí el papel con sigilo. Desplegué la hojita y leí lo que me había escrito: “Nadie besa mejor que tú. Quiero repetir. Entre clase y clase en el baño de chicas. ¿Te apetece?”. ¡Me entró un escalofrío tremendo!
¿Quería yo repetir? ¿Me apetecía?
Sabía la respuesta. Se me puso la piel de gallina al recordar sus labios suaves en los míos y sus manos rozándome la espalda. Sin embargo, no quería, ni podía arriesgarme. Si me volvían a cazar besándole en el instituto o en alguna otra parte, podía ir preparándome para una buena. Más rumores, más castigos y... ¡más charlas de mis padres! Así que arranqué una página de mi cuaderno y le respondí: “No es el momento. Tal vez otro día”. Hice una pelotita con la hoja y cuando el profesor no miraba se la lancé. Pablo la agarró con la mano, al vuelo, y la leyó. Pensé que pondría cara de fastidio pero me equivoqué. Sonrió y le comentó algo en voz baja al chico que se sienta a su lado que soltó una carcajada. Eso no me gustó nada. ¿Qué le había contado? ¿Tenía que ver conmigo? Inmediatamente, cogió un bolígrafo azul, un papel y se puso a escribir en él. Esperaba que terminase para recibir una respuesta. Lo miraba de reojo, pero Pablo pasaba de mí. Seguía centrado en el papel y en lo que estaba escribiendo. ¡Cuánto tardaba! ¿Qué escribía? ¿El Quijote? Finalmente, acabó, hizo un repaso de lo que había apuntado en la hoja y la arrugó hasta hacer una bola muy pequeña. ¡Por fin! Estaba nerviosa por saber que había escrito. Me di la vuelta, ya sin tener en cuenta al profesor, y lo miré. En cambio, él no me miró a mí. Apuntó en otra dirección y le lanzó la bola de papel a ¡Susana! La tía más buena de la clase. Me quedé helada.
La chica leyó la notita, sonrió y le respondió con otro mensaje en forma de bolita de papel.
A cuadros.
Mis sensaciones durante el resto de la mañana fueron contradictorias. Por un lado, me repetía a mí misma que había sido una estúpida por creer que le volvía a gustar a Pablo. Se había liado conmigo como podría haberse liado con cualquiera. ¡Tenía que olvidarme de él ya! Pero por otro, me decía que no debía juzgarle sin saber lo que ponía en aquel papel. ¿Debía averiguarlo o no era asunto mío?
Me estaba volviendo loca.
La penúltima clase fue insufrible y la última se hizo eterna. Entonces, mientras recogía, inesperadamente, Pablo se acercó hasta mí. No venía acompañado y parecía muy alegre. Alicia, con una sonrisa pícara, me dijo que me esperaba fuera. Adrián se había marchado ya también, en silencio, sin despedirse. No quedaba nadie más. Solos, él y yo. Como aquel día en el patio. Como antes cuando salíamos y nos divertíamos juntos. De nuevo, un escalofrío. ¿Qué quería?
Estaba nerviosa. Se sentó encima de mi mesa y me pidió que me sentara un momento con él. No sé por qué, pero le hice caso. No habíamos hablado casi nada desde que nos liamos. Escuchaba como mi corazón latía deprisa. ¡Me iba a dar algo! Y entonces habló sonriente. Me contó que lo de aquel día fue muy especial para él y que le apetecía repetirlo conmigo si a mí también me apetecía. Que hasta se estaba planteando pedirme volver a salir. Pero que si yo no estaba segura o no quería que me comprendía y me respetaba. Le oía embobada. Tanto que no me di cuenta de que cada vez estaba más cerca y de que sus labios tenían intención de contactar de nuevo con los míos. ¡Otra vez!
Pero en esta ocasión no hubo beso.
Como quien se despierta de un sueño profundo, di un brinco al ver a alguien en el umbral de la puerta de la clase. Adrián había regresado. “Se me había olvidado el abrigo”, comentó muy serio y se marchó de nuevo.
Instintivamente, me puse de pie. Pablo también se levantó, pero no le dejé hablar más. Le di un beso en la mejilla y me fui a casa sola.
Sí, el castigo ha terminado, pero mis dudas, mis preguntas y mis indecisiones continúan muy presentes.

CONTINUARÁ... EL LUNES

lunes, 4 de abril de 2011

AMOR A LOS 14. CAPÍTULO 3

La vida es una aventura llena de sorpresas y de experiencias que poco a poco van modelando tu forma de ser. A mis catorce años, estoy viviendo una etapa en la que cada día me doy cuenta de que todo es posible y que cualquier cosa puede pasar.
Han terminado las fiestas navideñas. No han estado mal del todo. Muchas reuniones familiares, comida abundante y algún que otro regalito. También demasiado tiempo libre que me ha servido para pensar, aunque por lo visto, no se me da muy bien. Porque he hecho justo lo contrario a lo que había decidido.
Planes navideños: no meterme en más líos, pasar de los chicos y arreglarlo con Alicia. Mi amiga no me llamó estos días. Ni un comentario en el Tuenti, ni en el Facebook, ni nada de nada. Así que cuando las clases han empezado otra vez, seguía enfadada conmigo. Y no me sentía nada bien por ello. Sin embargo, ayer nos encontramos en el cuarto de baño del instituto. Fue por casualidad. Nos mirábamos de reojo la una a la otra a través del espejo, indecisas, serias, hasta que ella sonrió. Luego sonreí yo y por arte de magia terminamos abrazadas y derramando alguna que otra lagrimilla. Nos pedimos perdón y salimos juntas al patio. Hablamos hasta que sonó de nuevo la campana y me contó algo increíble. ¡Qué ganas tenía de soltarlo! En las Navidades se había liado con... ¡Adrián! Bueno, eso fue lo que dijo al principio. Luego se quedó en un beso y finalmente, en un piquito. Pero ella estaba muy contenta.
El día antes de Reyes, mi amiga fue de compras con su madre a buscar los regalos de última hora. Y resulta que se lo encontró en un centro comercial. No estaba con nadie. Al menos, en ese momento. Se puso muy nerviosa y fue corriendo a saludarle. El chico parece que también se alegró de verla y estuvieron un rato a solas. Los dos pasearon por los callejones de la sección de juguetes mientras la madre de Alicia decidía que comprarle a sus sobrinos. Hablaron de varias cosas, sin demasiada importancia. Ella estaba encantada y mientras me lo contaba se le iluminaban los ojos. Entonces, cuando se despidieron a la hora de darse dos besos, Alicia se atrevió a acercar los labios a los suyos. Tanto que terminó dándole un pico. ¡Increíble! ¿No?
Tengo que ser sincera. Cuando Ali me habló de su encuentro con Adrián sentí un cosquilleo por dentro bastante incómodo. Y sí, me puse un poquito de mal humor. Solo un poquito. Pero bueno, si mi amiga y el chico nuevo estaban juntos, y comenzaban a salir, genial. Era como debía de ser. Todo en su sitio. A ella le gustaba muchísimo y a él... ¿qué pensaría de aquel beso... mini beso?
Hoy lo he averiguado.
En el patio, Alicia no ha estado con nosotros. Tenía que acabar un examen de recuperación. Así que Adrián y yo nos hemos sentado solos al sol, que lucía por fin después de unos días en los que no ha parado de llover y de nevar. Cuando lo miraba apenas escuchaba lo que me decía. No me podía quitar de la cabeza el beso que le había robado mi amiga. ¡Y me daba un poco de rabia! ¿Por qué? Durante las vacaciones de Navidad he llegado a la conclusión de que Adrián tal vez me guste un poquito. ¡Casi nada! Pero también he descubierto que Pablo, mi ex, seguía despertando algo en mí. Así que lo mejor era pasar de los dos.
Sin embargo, fue oír lo del beso y... En fin. Tenía mucha curiosidad por saber qué pensaba él sobre el asunto. Por lo que directamente se lo he preguntado. ¿Qué no tenía derecho? Posiblemente, no. Pero me ha salido de esa manera. No me he podido aguantar. Además, los dos son mis amigos. Quería tener las cosas claras y averiguar lo que realmente hay entre ellos.
Su respuesta ha sido contundente. “Ese beso no significó nada. A Alicia solo la quiero como a una amiga”. He asentido con la cabeza y luego, un largo silencio. Pensaba que quizá no era del todo sincero. O que tal vez es de esos chicos a los que no les gusta hablar de su vida personal. Pero he sentido un gran alivio por dentro. Como cuando te dicen la nota de un examen aprobado del que no estabas segura si lo habías suspendido. Sin embargo, las confesiones de Adrián no habían terminado.
¿Cómo puede tener unos ojos tan bonitos? Con el sol iluminándole eran aún más encantadores. Embobada prestaba atención a lo que me tenía que decir.
Estaba inquieto. Y no me miraba directamente cuando hablaba. Hasta que después de darle muchas vueltas, se centró en mis ojos y a pesar de que le daba un poco de vergüenza, reconoció que... me parecía mucho a su ex. “Dos gotas de agua”. Se me puso una cara de tonta. Mis mejillas sonrosadas ardían como nunca. Pero, ¿qué pretendía decir exactamente con eso? ¿Qué me quería?
Me quedé con las ganas de saberlo porque en esos momentos llegó Alicia tarareando una canción de Maldita Nerea y se sentó con nosotros. ¡Qué mala pata, en el momento más interesante de la conversación! El chico se quedó callado y dejó que ella explicara como le había salido el examen de recuperación. Lo miraba, pero él no me miraba a mí. ¡Me moría por saber más cosas! Simplemente, a Adrián, antes de que apareciera Alicia, solo le dio tiempo a pronunciar el nombre de su antigua novia: Leire.
Los tres volvimos a clase unos minutos después cuando sonó el timbre. Tocaba matemáticas. Imposible concentrarse en números y letras mezclados entre sí. Yo solo tenía en la mente lo que mi amigo me había confesado. ¿Le gustaba? ¿Me había comparado con su ex novia por amor o porque le caía bien? ¿Era aquella “L” del corazoncito de su cuaderno que descubrí antes de vacaciones por Leire o por mí?
¡Qué dolor de cabeza! Literalmente. Me iba a estallar. Hasta tal punto que comencé a marearme muchísimo. Veía mal y me empecé a tambalear en mi asiento. No lo soportaba más. Levanté la mano y le pedí al profesor de mates que si podía salir un momento que no me encontraba bien. El hombre accedió no de muy buena gana y enseguida, Adrián también se puso de pie para acompañarme. Pero esta vez, alguien se le anticipó. Pablo me cogió de la mano y pidió permiso para ir conmigo. El profe le dejó y juntos abandonamos la clase.
Pensaba que mi ex me llevaría hasta la enfermería del instituto, pero no fue así. Andamos hasta un banquito del patio y nos sentamos allí. Según él, el aire frío en la cara es mejor que una medicina y que eso era lo que yo necesitaba. No tenía ganas de discutir así que le hice caso.
Con Pablo las cosas estaban en punto muerto. Me besó el último día de clase y ya casi no supe más de él en todas las Navidades. Solo hablamos un día por el MSN y fue para desearnos felices fiestas y un próspero año nuevo. Lo típico. Apenas dos minutos de su tiempo.
De repente, me puso una mano en la rodilla. Lo miré extrañada y él sonrió. Me recordó muchísimo a cuando estábamos juntos. Se había convertido por unos segundos en ese chico encantador del que me enamoré. No se conformó con acariciarme la pierna. Sin esperarlo, se inclinó sobre mi, apartó mi flequillo y me dio un beso en la frente. Un escalofrío. Y después me estrechó entre sus brazos, acomodando mi cabeza contra su pecho. Otro escalofrío. Era desconcertante su actitud. Éste no se parecía al tipo insoportable y presuntuoso de los últimos tiempos. ¿Qué estaba pasando?
Pablo no tenía intención de pararse ahí. Buscó mi rostro y puso el suyo a la misma altura. Nuestras bocas se acercaron mucho. Casi sentía su aliento. Pero aquello no era lo que yo quería. Me las apañé para salir de su abrazo y lo miré a los ojos. Seguía sonriendo, dulce, tierno. Seductor. Tragué saliva. Lo estaba consiguiendo. Pero no me iba a dejar atrapar así como así. Me levanté y le rogué que volviéramos a clase, que ya me encontraba mucho mejor.
Fracasé en mi propuesta. Con un movimiento ágil, me agarró por las caderas y me impulsó hacia él. En un instante me encontré sentada en sus rodillas a pocos centímetros de su cara. Me miraba intensamente. Yo respiraba con dificultad. Agitada, nerviosa. No quería... sí quería. Nada que hacer. Pablo me había atrapado con sus encantos. Sus labios húmedos y suaves contactaron con los míos. Y luego su lengua acarició la mía. Sentí una de sus manos en mi pelo y la otra en la espalda. Nos besamos una y otra vez. Al principio, fue bonito. Luego, apasionado. El airecillo frío me golpeaba travieso las mejillas que estaban hirviendo. Ya no me dolía la cabeza, ni pensaba en Adrián. Ni tan siquiera tuve en cuenta que estábamos en el instituto. Solo sentía su boca. Y sus manos en mi espalda.
Nunca, ni cuando éramos novios, me había hecho sentir tan especial.
Por unos minutos me olvidé del mundo. Pero el mundo no se había olvidado de mí. El profesor de matemáticas, alarmado por nuestra prolongada ausencia, salió a buscarnos. Y nos pilló en pleno beso.
No tengo capacidad, ni memoria suficiente, para recordar todos los castigos que me han puesto en el instituto y en mi casa.
¿Mereció la pena?
No lo sé. Estoy hecha un lío. ¿Quiero a Pablo? ¿Me gusta Adrián? ¿Los dos? ¿Ninguno?
Menos mal que iba a pasar de los chicos.

CONTINUARÁ... PRÓXIMO CAPÍTULO EL JUEVES :)

viernes, 1 de abril de 2011

AMOR A LOS 14. CAPÍTULO 2.

Amor a los 14. Capítulo 2

Si es que lo que no me pase a mí. ¡Menudo día que llevo! Una cosa ha ido llegando detrás de otra. ¡Y todo sin salir del instituto! Ahora mismo estoy hecha un lío. Y lo que es peor, no sé qué hacer ni como actuar. Algunas veces alguien debería decidir por ti. Pero acertando con la solución, claro, y consiguiendo que nadie se enfade. Y si alguien se enfada, por lo menos habrá a quien echarle la culpa. ¿No?
Y eso que la mañana empezó muy bien. Hoy era el último día de clase antes de las vacaciones de Navidad. Y además, me han dado el resultado del examen que me faltaba por saber: Un seis y medio en mates. Lo que significa que... ¡He aprobado todo! El primer trimestre lo he sacado limpio. Vale, mis notas podrían haber sido un poquito más altas. Mucho seis, mucho siete, un ocho y un aprobado raspado en inglés. No se me dan muy bien los idiomas, a pesar de que en la playa me confunden con una guiri por mi cara sonrosada cuando me da un poco el sol. ¡No soy extranjera! De todas maneras no me puedo quejar. En el segundo trimestre estudiaré más, será mi propósito de año nuevo. O uno de ellos. Porque otro, más importante, será arreglar las cosas con Alicia. Y es que mi mejor amiga se ha enfadado muchísimo conmigo.
Es la primera vez que nos ocurre algo así. Hasta ahora, habíamos tenido riñas, pequeñas broncas. Lo típico de dos amigas que se conocen desde hace mucho tiempo. Pero nunca me había gritado como hoy. Y eso que yo pienso que no tengo la culpa de lo que ha pasado.
Alicia lleva dos semanas en una nube. Más despistada de lo normal. El motivo: Adrián. Sí, el chico nuevo le gusta de verdad. O eso es lo que dice. Insiste en que es el “hombre” de su vida y que jamás había sentido algo así por alguien. Incluso, se ha cambiado de sitio en clase para estar más cerca de él. En cada recreo y cuando nos quedamos a solas no para de hablar de su “futuro novio”. Se hace un poco pesado oírle todo el rato lo mismo. Que si es guapísimo, que si mira que ojos tiene, que si le encanta su forma de ser... Lo que otras veces, pero multiplicado por cien. Pero es mi mejor amiga y no me queda otra.
Anoche, me llamó por teléfono a las once para contarme que mañana sería el día, el de la declaración, y que si se me ocurría alguna forma original para pedirle salir. A ella le falta un poco de imaginación, siempre es muy directa. Pero con Adrián quería hacerlo distinto, porque él es especial. Le dije que no podía ayudarla, porque tenía sueño y no me apetecía nada ponerme a pensar. Es su chico, no el mío. Sin embargo, Alicia me estuvo dando la lata hasta que me convenció. Lo planeamos todo detenidamente. Y aunque mandarle una carta anónima no es lo más original del mundo, decidimos que era lo mejor. Ella iba anotando lo que yo le iba diciendo. No escribía una carta de amor desde la primera semana en la que estaba con Pablo. Se me removió bastante el estómago recordándolo. Y me entró algo de pena por no tener a nadie a quien dedicarle palabras bonitas y con sentimiento. Es lo malo de estar sola, que te pierdes las cosas buenas de estar enamorada y ser correspondida.
En media hora habíamos terminado. Y elaboramos un plan. Al día siguiente, mientras ella distraía a Adrián en el recreo yo colocaría la carta dentro de uno de sus cuadernos. Sin decir quien era, Alicia le confesaba sus sentimientos y le citaba para después del instituto en la puerta trasera del edificio. Hasta ahí, perfecto. Romántico, emocionante y con su parte de suspense. Pero sucedió algo inesperado.
Como habíamos previsto, Alicia se llevó de clase a Adrián al patio y yo sigilosamente me acerqué hasta su mesa. Tenía el cuaderno de Lengua encima de ella. Lo abrí para dejar dentro la carta y... me encontré con una gran sorpresa. En la última página había algo dibujado. Un dibujo que, además, se repetía unas veinte veces. Me quedé casi sin respiración cuando vi un montón de corazones atravesados por flechas pintadas con boli azul. En cada lado había una letra escrita en mayúscula: una “A” izquierda y una... “L” a la derecha. ¡Adrián y... ¿Laura?! No, ¡eso no era posible!
Me estaba empezando a poner muy nerviosa. Repasé mentalmente los nombres de las chicas de la clase y me di cuenta de que solo dos teníamos como inicial la letra “L” en nuestro nombre. Y Lorena apenas habla con este chico. Es más, no pegan ni con pegamento extra fuerte. ¿Podía estar pillado de ella o era yo su supuesta amada?
Intenté tranquilizarme. Respiré varias veces profundamente y analicé una vez más la situación. Tal vez, la que le gustaba a Adrián no era de nuestra clase. O a lo mejor era una ex novia o alguna chica de la ciudad en la que vivió anteriormente. Sin embargo, nunca nos había hablado de parejas del pasado. ¡Qué extraño era todo aquello! Como un sueño de esos raros.
Entonces, desperté de repente cuando escuché la voz de Alicia. ¡La carta! La había olvidado por completo. Y también a ella y lo que tenía que hacer durante el recreo. Me dijo que Adrián había ido al baño y que si me había pasado algo, que no había ido con ellos en el recreo. Pero sin que me diera tiempo a contestarle, vio la carta en mi mano y luego el cuaderno. Aunque intenté taparlo con mi brazo fui inútil. Alicia descubrió la última página llena de corazones atravesados con flechas azules con la inicial del nombre de su queridísimo amor a un lado y la letra “L” en el otro. Abrió mucho los ojos y me miró con rabia. No se lo podía creer. Yo no sabía qué decir, ni como reaccionar. Hasta que de su boca salió un grito. Me llamó “robanovios” y un insulto bastante desagradable. Intenté explicárselo, pero no me dejaba hablar. Alicia continuó chillándome durante unos segundos y en un momento todo se volvió muy confuso. Mis compañeros comenzaron a entrar en el aula y a amontonarse a nuestro alrededor. Pero ella seguía soltando toda clase de acusaciones y yo no respondía. ¡No me dejaba! Me acusaba de acaparadora, de que siempre tenía que estar por encima y de que con todos los tíos que había en el mundo me tenía que fijar en el que le gustaba a ella. ¿Cómo decirle que yo no tenía nada que ver con aquello? Los gritos se terminaron cuando Adrián entró en clase. Alicia lo miró fijamente, como si el tiempo se hubiese detenido durante un segundo. Y salió corriendo con lágrimas en los ojos.
Me dio mucha lástima.
Quizás debí de correr tras ella e intentar alcanzarla para calmarla. Pero no lo hice. Adrián tampoco fue. No se dio cuenta de lo de la carta, ni de que habíamos visto lo que había dibujado en su cuaderno. Menos mal que me dio tiempo a cerrarlo, si no ¡qué vergüenza! El chico me observó, se encogió de hombros y se sentó en su silla. El profesor había llegado y la clase de plástica comenzaba.
Alicia no apareció en toda la hora. Ni tampoco en la siguiente.
Me sentía mal. Era imposible pensar en otra cosa que no fuera aquello que había sucedido. Por una parte, mi amiga se sentía engañada por mí, como si yo hubiese hecho algo para enamorar al chico que precisamente le gustaba a ella. Y por otra parte, me preguntaba si realmente esa “L” mayúscula hacía referencia a mi nombre. Si era así... ¡Madre mía! ¡Adrián me quería!
Así que el problema era doble.
De reojo miraba al chico nuevo. ¿Sentía yo algo por él? No. Pienso que no. Aunque es muy mono y simpático. Poco a poco había ido cogiendo confianza, y aunque no se había soltado del todo, hablaba más y tenía un sentido del humor muy peculiar que me gustaba. Todos los días me acompañaba a casa e incluso algunas veces por la mañana temprano coincidíamos en el camino al instituto. No nos decíamos mucho, pero era agradable su compañía. Es de estas personas que hablan lo justo. No dicen más de lo adecuado y prestan atención a todo lo que le cuentas.
En una de mis miradas, los ojos de Adrián coincidieron con los míos y me entró un escalofrío que me recorrió de arriba abajo. Los dos, al mismo tiempo, avergonzados, agachamos la cabeza y miramos nuestros cuadernos. Él, el de lengua, en el que tenía dibujados los corazones.
¿Y si siento algo por él?
Realmente, si eso fuera así, las cosas se complicarían muchísimo. Y no solo por Alicia.
Como dije al comienzo, todo se me ha acumulado y estoy muy liada.
Cuando estaba recogiendo mis cosas para irme a casa, se me ha acercado Pablo. Venía a despedirse porque se va a pasar las vacaciones de Navidad a la nieve con su familia. Me ha dado dos besos en la mejilla. Pero antes de apartar su cara de la mía, no sé si por un impulso, o por una apuesta o por quien sabe qué... me ha besado en los labios. Ha sido un beso cortito, suave, como el primero que nos dimos en el fotomatón. Pero me ha despertado una cantidad de emociones inexplicables. Pero es que inmediatamente después me ha susurrado en el oído: “me sigues gustando”. Y me ha dado otro beso en la frente. Inmóvil, he visto como me guiñaba un ojo y sin más salía de clase acompañado por uno de sus amigos repetidores.
¿Por qué me pasan estas cosas a mí? ¡No es justo!

CONTINUARÁ... EL LUNES