La luna luce preciosa esta noche. El cielo está totalmente despejado y las estrellas brillan más que nunca. O esa es la impresión que yo tengo. Pero hoy no soy demasiado objetiva. Aunque hace frío, no sopla el viento helado que hemos sufrido a lo largo de este invierno. Es una noche para enamorados y para enamorarse.
Y yo... ¿Estoy enamorada?
¡Que sábado más extraño! Y ha terminado de la manera más inesperada que podía imaginar. ¡Ha sido... ¡ No me salen las palabras para describir mis sentimientos y sensaciones. ¡Son tantas y tan distintas!
Pero comenzaré por el principio.
Tras pasarme unos días encerrada en casa por el castigo que mis padres me habían puesto después de que mi profe me pillara besando a Pablo, me apetecía salir. Tenía muchas ganas de ir al centro, ver una peli en el cine y comerme una hamburguesa de esas enormes con patatas para cenar. No soy de las que hace esto muy a menudo, pero hoy me ha tentado la propuesta de Alicia. A medio día, mi amiga me llamó al móvil y me dijo que qué me parecía una tarde juntas. Me iba a negar, pero me sorprendí a mí misma contestándole que aceptaba y preguntándole lugar y hora.
¿Las dos solas? Sí. O al menos, eso fue lo que me hizo creer.
Sin embargo, cuando llegué al sitio en el que habíamos quedado, al que encontré esperando fue a Adrián. Intenté disimular mi sorpresa, aunque no sé si lo conseguí. Lo saludé y él me respondió con frialdad. Apenas cruzamos cuatro palabras. Seguía molesto conmigo, como durante toda la semana. Desde que ocurrió lo de Pablo, ha mostrado esa actitud. Pero... ¿qué hacía él allí? ¿íbamos a salir juntos? Enseguida, obtuve una respuesta afirmativa, porque Alicia apareció inmediatamente gritando. Haciéndose notar, como siempre. Nos dio dos besos a cada uno y se puso a hablar como una loca, a decir lo bien que nos lo pasaríamos los tres esa tarde. No paraba ni un segundo. Se le notaba nerviosa y más tarde descubriría el por qué.
Comenzamos a caminar por el centro. Nos detuvimos en numerosas tiendas en rebajas y escaparates llenos de prendas a mitad de precio. Aspiramos el olor a gofres y a castañas asadas. Vimos a muchísima gente caminando sin prisas y más arreglada que en un día normal. Así es un sábado por la tarde en la gran ciudad. Ambiente ideal para desconectar de la rutina y olvidar los malos tragos de la semana. Sin embargo, yo no estaba cómoda. La situación no era la más agradable para mí, ya que Adrián y Alicia conversaban entre ellos y me dejaban un poco de lado. ¿Habría algo entre los dos? Según él, la última vez que hablamos, ella era solo una amiga y no le gustaba de otra forma. Pero por lo que estaba viendo en ese instante, parecían más compenetrados y cercanos el uno con el otro. ¿Había cambiado de opinión? Los tíos son así. No hay quien los entienda. Aunque nosotras también tenemos lo nuestro. Si no, como explicar aquellos celos que me estaban invadiendo por dentro. No soportaba tanta risita y tanta complicidad entre ellos. Quería salir para pasármelo bien con mi amiga, no para sujetarle los candelabros.
Llevada por un impulso incontenible, agarré a Alicia por la mano y salí corriendo con ella hacia el cine al que íbamos a ir en el final de la calle. “¡Tú compra las palomitas!” le grité a Adrián, que se quedó inmóvil, sorprendido por mi reacción.
Creo que ninguno de los dos se dio cuenta de por qué hice eso. Aparentemente, fue un gesto infantil y divertido. Pero la realidad era muy distinta. Me seguía gustando Adrián. Y verlo tan cariñoso y atento con mi amiga me fastidiaba. El problema era que hacía dos horas había hablado por el MSN con Pablo. Y mis sensaciones con cada una de sus palabras eran las mismas. Estuvimos charlando de todo un poco, riéndonos, intercambiando iconos... En la soledad de mi habitación, sonreía, suspiraba y me convencía a mí misma de que Pablo había cambiado. Tal vez, lo nuestro solo había sido un descanso. Una pausa de esas que hacen algunas parejas para aclarar lo que sienten de verdad. Sin embargo, ¡Adrián también me gustaba!
Entonces, ¿a cuál de los dos prefería?
Sabía que me estaba comportando como una cría, pero era incapaz de aclararme. Aunque lo más curioso de todo es que no estaba ni con uno ni con otro.
En la cola para comprar las entradas, Alicia me hizo una confesión. Cambió su actitud habitual y tímidamente, casi me susurró el motivo de aquella cita para tres: se iba a declarar a Adrián y quería que yo le echara una mano. Me quedé con la boca abierta. Según me contó, había tenido sus dudas, porque no estaba segura de los sentimientos del chico hacia mí. Aquel corazón con la “L” dibujada en su cuaderno que vimos antes de Navidad aún le hacía sospechar. Pero después de que se besaran en la juguetería y de que yo me liara con Pablo, con el que creía que formaba una muy buena pareja, decidió contar conmigo para intentar conquistar el corazón de Adrián. Y que mejor que salir los tres juntos un sábado por la tarde. Me sentía utilizada. Mi amiga solo me había llamado para que le ayudara a ligarse a un tío, que curiosamente, también me gustaba a mí. Uff. Le pregunté que por qué aquello no lo hacía ella solita, que era ya mayor y que yo allí no pintaba nada. Quizá fui un poco borde, pero es que estaba furiosa. Alicia se puso muy seria y me pidió perdón. Mientras pagábamos las entradas, me explicó que no sabía cómo actuar con él y que tenía miedo de que si yo no iba, Adrián se hubiera negado a ir con ella sola.
Resoplé. La entendía. Aunque no por eso dejaba de estar molesta. Sin embargo, traté de serenarme y le di un abrazo. Casi se pone a llorar y una vez más me pidió disculpas. Pobrecilla. Me daba pena verla así. Alicia es mi mejor amiga y aunque a veces haga cosas con las que no estoy de acuerdo, la quiero mucho. Un tío no debía ser un obstáculo entre ambas. Sin embargo, aquel chico nuevo en la ciudad, había logrado crear, sin quererlo, un conflicto tras otro entre las dos.
Adrián llegó poco después cargado con tres grandes bolsas de palomitas. Me fijé bien en él. ¿Qué tenía para gustarnos tanto a Alicia y a mí hasta el punto de habernos enfrentado? Cruzamos miradas y sentí un escalofrío. Sonrió y yo como una tonta, le sonreí. ¿Era una señal de paz?
La sala del cine estaba ya a oscuras cuando entramos. La película no había empezado pero sí los trailers previos. Nuestra fila era la úndecima. Adrián se sentó en la butaca del centro y nosotras, cada una a un lado. Alicia a su izquierda y yo a la derecha. Entonces se me pasó por la cabeza algo. ¿Y si mi amiga decidía que aquel era el momento para lanzarse? No lo creía posible, pero rezaba para que no se liaran delante de mí.
No presté atención al principio de la película. Solo escuchaba el ruido de las palomitas y el sorbo de los refrescos. Estaba muy tensa y me negaba a mirar hacia mi izquierda, aunque me moría de curiosidad por saber si Alicia había dado un paso adelante, cogiéndole la mano o apoyando la cabeza en su hombro. Si eso era así, lo siguiente podrían ser besos.
¡Me estaba volviendo loca! Así que cerré y abrí los ojos un par de veces con fuerza, suspiré e intenté concentrarme en la pantalla. Lo logré durante unos minutos hasta que...
La sala permanecía en silencio, salvo por una parejita que se besuqueaba cinco filas delante de nosotros. Eran besos demasiado escandalosos. Además, a ella se le escapaba alguna que otra risa bastante imprudente. No me había dado cuenta hasta entonces, pero aquella chica me resultaba familiar. De repente, se giró porque alguien le estaba llamando la atención y la vi. ¡Susana! ¡Qué coincidencia! Pero la casualidad no acababa ahí. Mi sorpresa fue aún mayor cuando el chico con el que estaba también se dio la vuelta y observé que con el que se estaba liando la tía más buena de mi clase era... Pablo.
No pude contenerme. Me levanté de mi asiento y bajé hasta la fila siete. Ellos no me vieron hasta que puse una mano en el hombro de mi ex novio para llamar su atención. Pablo me miró estupefacto y sin que le diera tiempo a decir nada, recibió un gran tortazo en plena cara acompañado de un insulto. Me hice daño en la mano, pero más dañado tenía el corazón.
Salí corriendo. Quería huir de allí. Me sentía engañada y humillada. Sin decir nada a mis amigos me marché del cine. Las lágrimas bañaban mis ojos y mis mejillas. Estaba tan enfadada que no me percaté de que el semáforo estaba en rojo. Iba a cruzar, pero una mano me agarró con fuerza por la camiseta y tiró de mí hacia la acera.
Cuando me di cuenta estaba cautiva en los brazos de Adrián que me miraba con dulzura. ¡Me quedé hipnotizada! No podía separar mis ojos de los suyos. Y sin pronunciar ni una sola palabra, apoyé mi cabeza en su pecho y descargué toda mi rabia en un llanto amargo y profundo. Lloré y lloré, hasta que mi amigo me sujetó delicadamente la barbilla, alzó mi cabeza hacia el frente y me besó con pasión en los labios.
Todo eso, delante de Pablo y de Alicia que también habían salido en mi busca.
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Oh! No me esperaba esa reacción por parte de Adrián! Que bonito!
ResponderEliminarme encanta me encanta me encanta,para cuando el siguiente capitulo?jajaja
ResponderEliminarYa era hora =) Menos mal que Adrián se ha decidido aunque siento pena por Alicia, pero seguro que encuentra a otro chio que la quiera!
ResponderEliminarme encanta ...creo que a las chicas nos recuerda algun momento vivido!!!! quien no ha tenido sino una historia igual, una parecida??? que bonitos recuerdos.... que distinto el amor a los 14 ;)
ResponderEliminarme encantooo por favorrr, me encanto
ResponderEliminarte paass por mi blog? http://simpleethingspormi.blogspot.com/ escribo asi cosas que se me pasan por la cabeza.
un beso
Me encanta, la sigo desde la revista super pop, donde la publicas y me encanta, estoy desesando que llegue mañana para leer el siguiente capitulo :)
ResponderEliminarhttp://miriam-escritoraa.blogspot.com/