La vida es una aventura llena de sorpresas y de experiencias que poco a poco van modelando tu forma de ser. A mis catorce años, estoy viviendo una etapa en la que cada día me doy cuenta de que todo es posible y que cualquier cosa puede pasar.
Han terminado las fiestas navideñas. No han estado mal del todo. Muchas reuniones familiares, comida abundante y algún que otro regalito. También demasiado tiempo libre que me ha servido para pensar, aunque por lo visto, no se me da muy bien. Porque he hecho justo lo contrario a lo que había decidido.
Planes navideños: no meterme en más líos, pasar de los chicos y arreglarlo con Alicia. Mi amiga no me llamó estos días. Ni un comentario en el Tuenti, ni en el Facebook, ni nada de nada. Así que cuando las clases han empezado otra vez, seguía enfadada conmigo. Y no me sentía nada bien por ello. Sin embargo, ayer nos encontramos en el cuarto de baño del instituto. Fue por casualidad. Nos mirábamos de reojo la una a la otra a través del espejo, indecisas, serias, hasta que ella sonrió. Luego sonreí yo y por arte de magia terminamos abrazadas y derramando alguna que otra lagrimilla. Nos pedimos perdón y salimos juntas al patio. Hablamos hasta que sonó de nuevo la campana y me contó algo increíble. ¡Qué ganas tenía de soltarlo! En las Navidades se había liado con... ¡Adrián! Bueno, eso fue lo que dijo al principio. Luego se quedó en un beso y finalmente, en un piquito. Pero ella estaba muy contenta.
El día antes de Reyes, mi amiga fue de compras con su madre a buscar los regalos de última hora. Y resulta que se lo encontró en un centro comercial. No estaba con nadie. Al menos, en ese momento. Se puso muy nerviosa y fue corriendo a saludarle. El chico parece que también se alegró de verla y estuvieron un rato a solas. Los dos pasearon por los callejones de la sección de juguetes mientras la madre de Alicia decidía que comprarle a sus sobrinos. Hablaron de varias cosas, sin demasiada importancia. Ella estaba encantada y mientras me lo contaba se le iluminaban los ojos. Entonces, cuando se despidieron a la hora de darse dos besos, Alicia se atrevió a acercar los labios a los suyos. Tanto que terminó dándole un pico. ¡Increíble! ¿No?
Tengo que ser sincera. Cuando Ali me habló de su encuentro con Adrián sentí un cosquilleo por dentro bastante incómodo. Y sí, me puse un poquito de mal humor. Solo un poquito. Pero bueno, si mi amiga y el chico nuevo estaban juntos, y comenzaban a salir, genial. Era como debía de ser. Todo en su sitio. A ella le gustaba muchísimo y a él... ¿qué pensaría de aquel beso... mini beso?
Hoy lo he averiguado.
En el patio, Alicia no ha estado con nosotros. Tenía que acabar un examen de recuperación. Así que Adrián y yo nos hemos sentado solos al sol, que lucía por fin después de unos días en los que no ha parado de llover y de nevar. Cuando lo miraba apenas escuchaba lo que me decía. No me podía quitar de la cabeza el beso que le había robado mi amiga. ¡Y me daba un poco de rabia! ¿Por qué? Durante las vacaciones de Navidad he llegado a la conclusión de que Adrián tal vez me guste un poquito. ¡Casi nada! Pero también he descubierto que Pablo, mi ex, seguía despertando algo en mí. Así que lo mejor era pasar de los dos.
Sin embargo, fue oír lo del beso y... En fin. Tenía mucha curiosidad por saber qué pensaba él sobre el asunto. Por lo que directamente se lo he preguntado. ¿Qué no tenía derecho? Posiblemente, no. Pero me ha salido de esa manera. No me he podido aguantar. Además, los dos son mis amigos. Quería tener las cosas claras y averiguar lo que realmente hay entre ellos.
Su respuesta ha sido contundente. “Ese beso no significó nada. A Alicia solo la quiero como a una amiga”. He asentido con la cabeza y luego, un largo silencio. Pensaba que quizá no era del todo sincero. O que tal vez es de esos chicos a los que no les gusta hablar de su vida personal. Pero he sentido un gran alivio por dentro. Como cuando te dicen la nota de un examen aprobado del que no estabas segura si lo habías suspendido. Sin embargo, las confesiones de Adrián no habían terminado.
¿Cómo puede tener unos ojos tan bonitos? Con el sol iluminándole eran aún más encantadores. Embobada prestaba atención a lo que me tenía que decir.
Estaba inquieto. Y no me miraba directamente cuando hablaba. Hasta que después de darle muchas vueltas, se centró en mis ojos y a pesar de que le daba un poco de vergüenza, reconoció que... me parecía mucho a su ex. “Dos gotas de agua”. Se me puso una cara de tonta. Mis mejillas sonrosadas ardían como nunca. Pero, ¿qué pretendía decir exactamente con eso? ¿Qué me quería?
Me quedé con las ganas de saberlo porque en esos momentos llegó Alicia tarareando una canción de Maldita Nerea y se sentó con nosotros. ¡Qué mala pata, en el momento más interesante de la conversación! El chico se quedó callado y dejó que ella explicara como le había salido el examen de recuperación. Lo miraba, pero él no me miraba a mí. ¡Me moría por saber más cosas! Simplemente, a Adrián, antes de que apareciera Alicia, solo le dio tiempo a pronunciar el nombre de su antigua novia: Leire.
Los tres volvimos a clase unos minutos después cuando sonó el timbre. Tocaba matemáticas. Imposible concentrarse en números y letras mezclados entre sí. Yo solo tenía en la mente lo que mi amigo me había confesado. ¿Le gustaba? ¿Me había comparado con su ex novia por amor o porque le caía bien? ¿Era aquella “L” del corazoncito de su cuaderno que descubrí antes de vacaciones por Leire o por mí?
¡Qué dolor de cabeza! Literalmente. Me iba a estallar. Hasta tal punto que comencé a marearme muchísimo. Veía mal y me empecé a tambalear en mi asiento. No lo soportaba más. Levanté la mano y le pedí al profesor de mates que si podía salir un momento que no me encontraba bien. El hombre accedió no de muy buena gana y enseguida, Adrián también se puso de pie para acompañarme. Pero esta vez, alguien se le anticipó. Pablo me cogió de la mano y pidió permiso para ir conmigo. El profe le dejó y juntos abandonamos la clase.
Pensaba que mi ex me llevaría hasta la enfermería del instituto, pero no fue así. Andamos hasta un banquito del patio y nos sentamos allí. Según él, el aire frío en la cara es mejor que una medicina y que eso era lo que yo necesitaba. No tenía ganas de discutir así que le hice caso.
Con Pablo las cosas estaban en punto muerto. Me besó el último día de clase y ya casi no supe más de él en todas las Navidades. Solo hablamos un día por el MSN y fue para desearnos felices fiestas y un próspero año nuevo. Lo típico. Apenas dos minutos de su tiempo.
De repente, me puso una mano en la rodilla. Lo miré extrañada y él sonrió. Me recordó muchísimo a cuando estábamos juntos. Se había convertido por unos segundos en ese chico encantador del que me enamoré. No se conformó con acariciarme la pierna. Sin esperarlo, se inclinó sobre mi, apartó mi flequillo y me dio un beso en la frente. Un escalofrío. Y después me estrechó entre sus brazos, acomodando mi cabeza contra su pecho. Otro escalofrío. Era desconcertante su actitud. Éste no se parecía al tipo insoportable y presuntuoso de los últimos tiempos. ¿Qué estaba pasando?
Pablo no tenía intención de pararse ahí. Buscó mi rostro y puso el suyo a la misma altura. Nuestras bocas se acercaron mucho. Casi sentía su aliento. Pero aquello no era lo que yo quería. Me las apañé para salir de su abrazo y lo miré a los ojos. Seguía sonriendo, dulce, tierno. Seductor. Tragué saliva. Lo estaba consiguiendo. Pero no me iba a dejar atrapar así como así. Me levanté y le rogué que volviéramos a clase, que ya me encontraba mucho mejor.
Fracasé en mi propuesta. Con un movimiento ágil, me agarró por las caderas y me impulsó hacia él. En un instante me encontré sentada en sus rodillas a pocos centímetros de su cara. Me miraba intensamente. Yo respiraba con dificultad. Agitada, nerviosa. No quería... sí quería. Nada que hacer. Pablo me había atrapado con sus encantos. Sus labios húmedos y suaves contactaron con los míos. Y luego su lengua acarició la mía. Sentí una de sus manos en mi pelo y la otra en la espalda. Nos besamos una y otra vez. Al principio, fue bonito. Luego, apasionado. El airecillo frío me golpeaba travieso las mejillas que estaban hirviendo. Ya no me dolía la cabeza, ni pensaba en Adrián. Ni tan siquiera tuve en cuenta que estábamos en el instituto. Solo sentía su boca. Y sus manos en mi espalda.
Nunca, ni cuando éramos novios, me había hecho sentir tan especial.
Por unos minutos me olvidé del mundo. Pero el mundo no se había olvidado de mí. El profesor de matemáticas, alarmado por nuestra prolongada ausencia, salió a buscarnos. Y nos pilló en pleno beso.
No tengo capacidad, ni memoria suficiente, para recordar todos los castigos que me han puesto en el instituto y en mi casa.
¿Mereció la pena?
No lo sé. Estoy hecha un lío. ¿Quiero a Pablo? ¿Me gusta Adrián? ¿Los dos? ¿Ninguno?
Menos mal que iba a pasar de los chicos.
CONTINUARÁ... PRÓXIMO CAPÍTULO EL JUEVES :)
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Joeeer, por qué nos dejas así ? xD
ResponderEliminarjajaj me ta gustando mucho mucho!! tengo ganas de otro capitulo :D
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