viernes, 1 de abril de 2011

AMOR A LOS 14. CAPÍTULO 2.

Amor a los 14. Capítulo 2

Si es que lo que no me pase a mí. ¡Menudo día que llevo! Una cosa ha ido llegando detrás de otra. ¡Y todo sin salir del instituto! Ahora mismo estoy hecha un lío. Y lo que es peor, no sé qué hacer ni como actuar. Algunas veces alguien debería decidir por ti. Pero acertando con la solución, claro, y consiguiendo que nadie se enfade. Y si alguien se enfada, por lo menos habrá a quien echarle la culpa. ¿No?
Y eso que la mañana empezó muy bien. Hoy era el último día de clase antes de las vacaciones de Navidad. Y además, me han dado el resultado del examen que me faltaba por saber: Un seis y medio en mates. Lo que significa que... ¡He aprobado todo! El primer trimestre lo he sacado limpio. Vale, mis notas podrían haber sido un poquito más altas. Mucho seis, mucho siete, un ocho y un aprobado raspado en inglés. No se me dan muy bien los idiomas, a pesar de que en la playa me confunden con una guiri por mi cara sonrosada cuando me da un poco el sol. ¡No soy extranjera! De todas maneras no me puedo quejar. En el segundo trimestre estudiaré más, será mi propósito de año nuevo. O uno de ellos. Porque otro, más importante, será arreglar las cosas con Alicia. Y es que mi mejor amiga se ha enfadado muchísimo conmigo.
Es la primera vez que nos ocurre algo así. Hasta ahora, habíamos tenido riñas, pequeñas broncas. Lo típico de dos amigas que se conocen desde hace mucho tiempo. Pero nunca me había gritado como hoy. Y eso que yo pienso que no tengo la culpa de lo que ha pasado.
Alicia lleva dos semanas en una nube. Más despistada de lo normal. El motivo: Adrián. Sí, el chico nuevo le gusta de verdad. O eso es lo que dice. Insiste en que es el “hombre” de su vida y que jamás había sentido algo así por alguien. Incluso, se ha cambiado de sitio en clase para estar más cerca de él. En cada recreo y cuando nos quedamos a solas no para de hablar de su “futuro novio”. Se hace un poco pesado oírle todo el rato lo mismo. Que si es guapísimo, que si mira que ojos tiene, que si le encanta su forma de ser... Lo que otras veces, pero multiplicado por cien. Pero es mi mejor amiga y no me queda otra.
Anoche, me llamó por teléfono a las once para contarme que mañana sería el día, el de la declaración, y que si se me ocurría alguna forma original para pedirle salir. A ella le falta un poco de imaginación, siempre es muy directa. Pero con Adrián quería hacerlo distinto, porque él es especial. Le dije que no podía ayudarla, porque tenía sueño y no me apetecía nada ponerme a pensar. Es su chico, no el mío. Sin embargo, Alicia me estuvo dando la lata hasta que me convenció. Lo planeamos todo detenidamente. Y aunque mandarle una carta anónima no es lo más original del mundo, decidimos que era lo mejor. Ella iba anotando lo que yo le iba diciendo. No escribía una carta de amor desde la primera semana en la que estaba con Pablo. Se me removió bastante el estómago recordándolo. Y me entró algo de pena por no tener a nadie a quien dedicarle palabras bonitas y con sentimiento. Es lo malo de estar sola, que te pierdes las cosas buenas de estar enamorada y ser correspondida.
En media hora habíamos terminado. Y elaboramos un plan. Al día siguiente, mientras ella distraía a Adrián en el recreo yo colocaría la carta dentro de uno de sus cuadernos. Sin decir quien era, Alicia le confesaba sus sentimientos y le citaba para después del instituto en la puerta trasera del edificio. Hasta ahí, perfecto. Romántico, emocionante y con su parte de suspense. Pero sucedió algo inesperado.
Como habíamos previsto, Alicia se llevó de clase a Adrián al patio y yo sigilosamente me acerqué hasta su mesa. Tenía el cuaderno de Lengua encima de ella. Lo abrí para dejar dentro la carta y... me encontré con una gran sorpresa. En la última página había algo dibujado. Un dibujo que, además, se repetía unas veinte veces. Me quedé casi sin respiración cuando vi un montón de corazones atravesados por flechas pintadas con boli azul. En cada lado había una letra escrita en mayúscula: una “A” izquierda y una... “L” a la derecha. ¡Adrián y... ¿Laura?! No, ¡eso no era posible!
Me estaba empezando a poner muy nerviosa. Repasé mentalmente los nombres de las chicas de la clase y me di cuenta de que solo dos teníamos como inicial la letra “L” en nuestro nombre. Y Lorena apenas habla con este chico. Es más, no pegan ni con pegamento extra fuerte. ¿Podía estar pillado de ella o era yo su supuesta amada?
Intenté tranquilizarme. Respiré varias veces profundamente y analicé una vez más la situación. Tal vez, la que le gustaba a Adrián no era de nuestra clase. O a lo mejor era una ex novia o alguna chica de la ciudad en la que vivió anteriormente. Sin embargo, nunca nos había hablado de parejas del pasado. ¡Qué extraño era todo aquello! Como un sueño de esos raros.
Entonces, desperté de repente cuando escuché la voz de Alicia. ¡La carta! La había olvidado por completo. Y también a ella y lo que tenía que hacer durante el recreo. Me dijo que Adrián había ido al baño y que si me había pasado algo, que no había ido con ellos en el recreo. Pero sin que me diera tiempo a contestarle, vio la carta en mi mano y luego el cuaderno. Aunque intenté taparlo con mi brazo fui inútil. Alicia descubrió la última página llena de corazones atravesados con flechas azules con la inicial del nombre de su queridísimo amor a un lado y la letra “L” en el otro. Abrió mucho los ojos y me miró con rabia. No se lo podía creer. Yo no sabía qué decir, ni como reaccionar. Hasta que de su boca salió un grito. Me llamó “robanovios” y un insulto bastante desagradable. Intenté explicárselo, pero no me dejaba hablar. Alicia continuó chillándome durante unos segundos y en un momento todo se volvió muy confuso. Mis compañeros comenzaron a entrar en el aula y a amontonarse a nuestro alrededor. Pero ella seguía soltando toda clase de acusaciones y yo no respondía. ¡No me dejaba! Me acusaba de acaparadora, de que siempre tenía que estar por encima y de que con todos los tíos que había en el mundo me tenía que fijar en el que le gustaba a ella. ¿Cómo decirle que yo no tenía nada que ver con aquello? Los gritos se terminaron cuando Adrián entró en clase. Alicia lo miró fijamente, como si el tiempo se hubiese detenido durante un segundo. Y salió corriendo con lágrimas en los ojos.
Me dio mucha lástima.
Quizás debí de correr tras ella e intentar alcanzarla para calmarla. Pero no lo hice. Adrián tampoco fue. No se dio cuenta de lo de la carta, ni de que habíamos visto lo que había dibujado en su cuaderno. Menos mal que me dio tiempo a cerrarlo, si no ¡qué vergüenza! El chico me observó, se encogió de hombros y se sentó en su silla. El profesor había llegado y la clase de plástica comenzaba.
Alicia no apareció en toda la hora. Ni tampoco en la siguiente.
Me sentía mal. Era imposible pensar en otra cosa que no fuera aquello que había sucedido. Por una parte, mi amiga se sentía engañada por mí, como si yo hubiese hecho algo para enamorar al chico que precisamente le gustaba a ella. Y por otra parte, me preguntaba si realmente esa “L” mayúscula hacía referencia a mi nombre. Si era así... ¡Madre mía! ¡Adrián me quería!
Así que el problema era doble.
De reojo miraba al chico nuevo. ¿Sentía yo algo por él? No. Pienso que no. Aunque es muy mono y simpático. Poco a poco había ido cogiendo confianza, y aunque no se había soltado del todo, hablaba más y tenía un sentido del humor muy peculiar que me gustaba. Todos los días me acompañaba a casa e incluso algunas veces por la mañana temprano coincidíamos en el camino al instituto. No nos decíamos mucho, pero era agradable su compañía. Es de estas personas que hablan lo justo. No dicen más de lo adecuado y prestan atención a todo lo que le cuentas.
En una de mis miradas, los ojos de Adrián coincidieron con los míos y me entró un escalofrío que me recorrió de arriba abajo. Los dos, al mismo tiempo, avergonzados, agachamos la cabeza y miramos nuestros cuadernos. Él, el de lengua, en el que tenía dibujados los corazones.
¿Y si siento algo por él?
Realmente, si eso fuera así, las cosas se complicarían muchísimo. Y no solo por Alicia.
Como dije al comienzo, todo se me ha acumulado y estoy muy liada.
Cuando estaba recogiendo mis cosas para irme a casa, se me ha acercado Pablo. Venía a despedirse porque se va a pasar las vacaciones de Navidad a la nieve con su familia. Me ha dado dos besos en la mejilla. Pero antes de apartar su cara de la mía, no sé si por un impulso, o por una apuesta o por quien sabe qué... me ha besado en los labios. Ha sido un beso cortito, suave, como el primero que nos dimos en el fotomatón. Pero me ha despertado una cantidad de emociones inexplicables. Pero es que inmediatamente después me ha susurrado en el oído: “me sigues gustando”. Y me ha dado otro beso en la frente. Inmóvil, he visto como me guiñaba un ojo y sin más salía de clase acompañado por uno de sus amigos repetidores.
¿Por qué me pasan estas cosas a mí? ¡No es justo!

CONTINUARÁ... EL LUNES

6 comentarios:

  1. como que el luneees! aiss jjajaja

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  2. me encanta me encanta!!! :DD
    el lunes? no aguanto DD:, tengo ganas de leerlo ya ... :$
    blue, me encantan tus obras :)

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  3. Lunes..?? No puede ser tan tarde...
    Quiero mas de esta fantastica historia!!
    Esque se te da genial escribir

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  4. Vaya, me esta guustando mucho =D
    El lunes? pf! que remedio... ¡A esperar!

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  5. mencanta!!!
    qiero q llegue el lunes yaaa

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  6. me encantan tus historias, amor i duds como les pasa a muchos jovenes y nos a pasado a todos xD, te felicito :D

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