Lo recuerdo todo como si fuera ayer. Las velas, la tarta, aquellos sombreros tan ridículos que llevaban todos, las bromas por hacerme más vieja... Mi decimoquinto aniversario. Recuerdo como la luz se apagó en un momento de la noche y todos comenzaron a cantarme el “cumpleaños feliz”. Me emocioné. Me sentía especial.
Y entonces, en un pasillo improvisado de cómplices amigos, apareciste tú. No ibas solo, tenías a “Tutti” entre tus brazos. Se me saltaron las lágrimas cuando vi a aquel conejo pequeñito con sus orejas blanquitas echadas hacia atrás adormilado contra tu pecho. Me lo entregaste con una sonrisa preciosa y lo acurruqué.
No hacía mucho que nos acabábamos de conocer. Eras el nuevo del cole, y sin embargo, en pocos días te cogí mucho cariño. Bueno, para que engañarnos. Me enamoré de ti desde la primera vez que te vi. De pie, tímido, mirando a un lado y a otro, asustado. Quizás esa fragilidad inocente fue la que me hizo acercarme a ti y preguntarte tu nombre. Tartamudeaste, pero me hiciste reír. Y te invité a que te sentaras en la mesa libre que estaba a mi lado.
Cruzábamos miradas. De vez en cuando notaba como me observabas disimulando. Sonreía para mí y saboreaba esa sensación. Y en cuanto podía y te veía distraído, me rendía ante tus ojos azules. Creo que no te dabas cuenta de nada.
El día de mi cumpleaños me sentía más guapa. Me madre me había regalado un vestido nuevo negro con el que parecía más mayor. Y sobre todo, hacía dos días que ya no llevaba el horrible aparato dental. Podía sonreír sin temor.
Después de soplar las velas, todos se empeñaron en que jugásemos a la ruleta del beso. No sabía que habían planeado dejarnos a solas. Giré la botella y te señaló. Me puse rojísima. Y tú blanco.
Entonces, nuestros amigos, nos obligaron a encerrarnos en mi cuarto.
Pasé muchos nervioso. Me sudaban las manos. El vestido ni siquiera estaba en su sitio. Me senté en la cama y te contemplé dubitativo. Te dije que si no querías hacerlo, que no pasaba nada. Mentiríamos.
Y fue cuando me confesaste que nunca habías besado a una chica.
Sonreí. Me sentí feliz.
Me levanté, te cogí de la mano y te invité a que te sentaras junto a mí en la cama.
Y fue cuando te confesé que yo tampoco lo había hecho.
Sonreíste.
Temblorosos, aproximamos nuestros rostros y con cierta torpeza unimos nuestros labios.
Hoy diez años más tarde, celebramos mi veinticinco aniversario. Pero sobre todo celebramos juntos que hace diez años que nos dimos nuestro primer beso.
sábado, 1 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
oh dios!
ResponderEliminarblue es que cada uno que leo me gusta más que el anterior, pero jo, que bonito *__*
Es totalmente cierto, cada relato que leo me gusta más que el anterior.. <3
ResponderEliminarmadre mia blue! estoy totalmente de acuerdo,cada comentario que leo me gusta mas que el otro...
ResponderEliminarsigue asi
El primer beso nunca se olvida,
ResponderEliminartodos tus textos preciosos :D
Blue , son geniales!! me encantan!!
ResponderEliminarSón geniales, preciosos...no hay palabras sigue asi, me encanta leerte!=)
ResponderEliminarme gusta mucho lo queescribes, sigue así....
ResponderEliminaroh. No podria decir bonito, porque es más, no podria decir muy bonito, porque aun es mucho más, no podria decir precioso, ni preciosisimo, ni genial... no tengo adjetivos para describirlo, me ha dejado sin palabras, me ha encantado.
ResponderEliminar:)
Se me han puesto los pelos de punto de lo bonito que es!
ResponderEliminar:)