miércoles, 30 de marzo de 2011

AMOR A LOS 14. CAPÍTULO 1

Nota: Gracias a la Revista Superpop por su permiso para dejarme subir a mi blog "Amor a los 14", el relato que estoy escribiendo para ellos. Tiene 10 partes. Este es el capítulo 1. Espero que os guste!!

Amor a los 14. Capítulo 1

Hace frío. Muchísimo frío. Me he quitado los guantes y sigo teniendo las manos heladas. Rojitas. Como mi cara que también está roja. Y no me gusta. Es lo malo de ser tan blanca y de tener la piel tan sensible, que cuando hace frío me pongo colorada y cuando hace calor, también. Es un verdadero rollo. Pero aunque me fastidie y se metan conmigo llamándome melocotón, tomatita o cosas por el estilo, a mis catorce años, empiezo a estar acostumbrada. Resignada, más bien. ¡Abuela porque tuviste que ser sueca! Por lo menos tengo los ojos azules y eso me encanta. Algo bueno tenía que tener ser nieta de una nórdica.
¿Nieva? No, parece que ahora no nieva. Aunque el suelo de la calle sí que continúa cubierto de escarcha. Camino de casa, delante de mí iba una señora teñida de rubio que ha patinado y casi se mata. Menos mal que yo he llegado sana y salva. Si me hubiese caído de culo, habría pasado una vergüenza enorme. Porque a diferencia de otros días, no he venido hasta mi casa sola. Me ha acompañado Adrián.
¿Quién es Adrián? Uno nuevo. Sí, es muy extraño que a estas alturas de curso entre un chico nuevo en el instituto. Estamos casi terminando el primer trimestres y no es habitual. Pero por lo visto su padre tiene una profesión de esas en la que lo cambian constantemente de ciudad. Pues da la casualidad de que se han mudado a vivir a la casa que está al lado de la mía. Una muy grande que llevaba unos meses sin habitar. Pero es que encima, Adrián va a mi clase y se ha sentado justo en la mesa de adelante. ¡Cuántas coincidencias!
Todavía no me ha dado tiempo a conocerle mucho, pero la primera impresión que tengo es que es un tipo bastante raro. Alicia, por el contrario, dice que es muy guapo y muy interesante. Y misterioso. Que posee cierto aire a Edward Cullen. Como le gustan los vampiros a esta chica. Ha sido verlo y ya se ha pillado por él. Ella es muy enamoradiza, aunque se cansa pronto de los chicos. A éste, nada más verlo, dijo que era para ella. Y me advirtió, además, pero en tono de broma: “Laura, es mío. ¿Okey?”. Yo me encogí de hombros y le dije que sí, sin problemas. A mí no me atrae. Físicamente, no está mal. Es alto, tiene los ojos grandes y verdes, y un pelo bonito. Y viste bastante bien. Pero parece muy tímido y apenas habla. Cuando mi amiga le ha dicho que era mi vecino y que podíamos volver caminando los tres juntos, se ha puesto casi tan rojo como yo. Parecíamos el dos de corazones. Aunque luego ha sonreído y ha aceptado. ¡Qué dientes más blancos y perfectos! A Alicia le han hecho los ojos chiribitas. Esta chica no cambiará nunca. Tío guapo que ve, tío guapo del que se enamora. Eso, desde los cinco años que fue cuando nos conocimos.
Todo comenzó con Miguel Pacheco, el niño guapetón de la clase. Pelo rubio, ensortijado y ojos azulísimos. Iba todo el día detrás de él. ¿Qué no es posible enamorarse con cinco años? Pues para ella fue posible. Tanto, que las primeras palabras que Alicia me dijo en su vida fueron “quita niña tonta, este es mi novio”. Y todo porque Miguel se sentó a mi lado y me pidió la plastilina. Imposible de creer, pero sucedió. Siempre se lo recuerdo cuando hablamos de chicos y ella lo niega, aunque luego termina reconociendo que es una gran celosa. Pero una celosa sin mala intención, no como otras. Alicia se cuela por alguien y pone sus cinco sentidos en él, hasta que se aburre y lo deja. Es todo lo contrario a mí. Yo necesito tiempo, hacer las cosas más despacio y que no solo me entre por los ojos.
Pero si a Alicia le ha caído bien el chico nuevo, todo lo contrario le ha pasado a Pablo. Desde el primer momento ha estado fastidiándole con sus amigos. Incluso en el recreo le ha dado un balonazo tremendo a propósito. Me ha dolido hasta a mí. Sin embargo, Adrián apenas se ha inmutado. Ha sonreído, ha dado un par de toques y les ha devuelto la pelota. Yo no me he podido callar y he ido hasta Pablo para preguntarle de qué iba, que esa no era manera de tratar a un recién llegado. Desde que rompimos está inaguantable. No le reconozco. Él se ha disculpado diciendo que había sido sin querer y que el chico se había puesto en medio de la jugada. Mentira. Yo sé que lo ha hecho queriendo, pero tampoco me apetecía discutir más con él. Lo pasé muy mal cuando lo dejamos y tampoco era plan recordar ciertas cosas.
Si el primer amor es increíble, el primer desamor es lo peor que te puede pasar. ¡Cómo duele! Tengo grabadas en mi cabeza todas las palabras que pronunció el día que acabamos con lo nuestro. No se me borran de la mente las frases que utilizó para decirme que no quería seguir conmigo. Ni las lágrimas que solté cuando se marchó de mi habitación. Fue terrible y muy duro. Se te crea una especie de presión en el pecho insoportable y estás todo el tiempo como en una nube y con muchísimas ganas de llorar. Me llevé tres días sin comer y escuchando música a todas horas. Canciones tristes y melancólicas. Ahora, cada vez que las escucho se me ponen los ojos rojos y me invade una angustia por dentro difícil de aguantar.
Hacía casi cinco meses que salíamos juntos y que nos dimos nuestro primer beso. Fue precioso. Lo mejor que me había ocurrido en la vida. Salíamos en el mismo grupo, pero ese día solo estábamos él y yo. Aburridos. Me dijo que si quería ir al cine. Como amigos, claro. Solo éramos eso, aunque a mí me gustaba desde hacía tiempo. Nunca me había decidido a decirle nada. Vimos “Avatar”, aunque yo apenas presté atención a la pantalla. ¡Estaba tan nerviosa! Me temblaba todo el cuerpo. Y de vez en cuando lo miraba para comprobar que hacía él. Cuando nuestras miradas coincidían sonreíamos y yo me quería morir. Tenía muchas ganas de darle un beso. Mi primer beso. Pero no sabía si era el momento adecuado. Así que la película terminó y no hicimos nada. Sonrisas, miradas y poco más. Luego fuimos a comer una hamburguesa. Casi no hablamos. Yo no podía apartar mis ojos de los suyos y de sus labios. ¡Me apetecía tanto besarle! Pero nada, tampoco me atreví a dar el paso en la hamburguesería. Ya daba por hecho de que me iría a dormir sin haber probado su boca. Sin embargo, el destino jugó a mi favor.
Eran casi las diez de la noche, la hora a la que mis padres me habían dicho que tenía que estar en casa. Pablo me acompañaba. Y de repente, comenzó a llover muy fuerte. Cada vez con más intensidad. Corrimos por la calle como dos locos. Hasta que él me cogió de la mano y me guió hasta un fotomatón. Allí estaríamos a cubierto hasta que escampara. Era un sitio muy estrecho, así que casi sin querer, jadeante, me senté sobre sus piernas en el taburete. Y entonces, ocurrió. Me miró intensamente. Como nunca me había mirado hasta entonces un chico. Suspiré. Estaba atacada de los nervios. ¿Iba a hacerlo? Sí. Se lanzó. Cerró los ojos y acercó su cara hasta la mía. Yo también cerré los ojos y como si fuera la escena final de una película romántica, me dio un beso. Suave. Casi tanto, que apenas noté sus labios. Fue mágico. Eso es todo lo que puedo decir de mi primer beso. A continuación, le abracé y nos quedamos cinco minutos juntos, sin movernos. Dejó de llover, salimos del fotomatón y caminamos de la mano hasta mi casa. Mi padre que vigilaba desde la ventana me echó la bronca cuando me vio besarle de nuevo al despedirse. Castigada dos semanas. Pero fue un castigo dulce. Y que no cumplí, ya que al día siguiente me perdonó.
Aunque ahora esté con una sonrisa, es amarga. Prefiero no pensar más en lo mío con Pablo. Vuelvo a estar sin nadie y como suelen decir, mejor sola que mal acompañada. ¿No? Además, ha cambiado mucho. Ya no es ese chico amable y cariñoso de hace unos meses. Se ha hecho amigo de los repetidores y desde entonces va de malote y se ha liado con varias. Pues por mí que se quede con todas. Ya no le quiero. O eso creo.
¿Cómo sabes si continúas enamorada de alguien?
Alicia dice que eso no se sabe, que eso se siente. Que las cosas del amor no se piensan, se experimentan. Ella cuando quiere también dice cosas interesantes. Aunque no sé si esto lo leyó en alguna revista para adolescentes. El caso es que cuando recuerdo lo que tuve con Pablo las sensaciones son muy contrarias. Y me lío. Pero no sé si el lío lo tengo en la cabeza o en el corazón.
En realidad, lo que me gustaría de verdad es volver a enamorarme. Olvidarme de una vez por todas del pasado y encontrar a un chico que me quiera de verdad. Que me cuide, que me abrace cuando esté mal y que me bese en la última fila del cine. Alguien que no vaya de malo, que sea sensible y me comprenda.
No sé si pido mucho. Tal vez soy muy exigente y tendría que dejarme llevar un poco más como hace Alicia. Aunque cada uno es como es y necesita lo que necesita. Solo espero no quedarme sola. Sería horrible. Soy muy joven, lo sé, y no estoy tan mal, aunque me ponga roja por el frío y por el calor. No hay que ser pesimista. Y quien sabe, quizás ese chico del que me vaya a enamorar está más cerca de lo que yo misma pienso. ¿No?

CONTINUARÁ...

(Este relato solo puede ser distribuido en la red por el propietario del Blog y la revista Superpop que es quien lo tiene registrado)

miércoles, 16 de marzo de 2011

CANCIONES PARA PAULA. CAPÍTULO INÉDITO SANTOS INOCENTES 2008

NOTA: ESTE CAPÍTULO NO FORMA PARTE DE "CANCIONES PARA PAULA". FUE UNA BROMA QUE GASTÉ A LOS QUE SEGUÍAN LA NOVELA POR INTERNET EN DICIEMBRE DEL 2008. IMAGINAOS LA CARA QUE PUSIERON LOS QUE LEYERON ESTE CAPÍTULO EL DÍA QUE LO SUBÍ. AÚN NI SIQUIERA SABÍAMOS QUE ALGÚN DÍA SE PUBLICARÍA EN PAPEL.

Después de las lágrimas de Mario, ese lunes de marzo, con el cielo ya oscuro.

Camina por la calle, distraído. Tiene aún los ojos vidriosos. Es de noche. Noche cerrada en la ciudad. Un soplo de aire frío le obliga a abrocharse la cazadora.
Aún no se ha atrevido a llamar a Paula para pedirle disculpas por el plantón. No puede creerse que se haya quedado dormido. Está triste, también avergonzado. Era su oportunidad. La que llevaba esperando tanto tiempo y él mismo se ha encargado de tirarla por tierra. ¡Qué estúpido!
Absorto en sus desgracias, cruza una calle desierta sin mirar, con el semáforo en rojo.
Una moto que pasa a toda velocidad está apunto de atropellarle. Suspira aliviado cuando se da cuenta de no le ha sucedido nada. Lo está pasando mal pero es demasiado joven para morir. Sin embargo, sin tiempo para reaccionar, se encuentra de frente con un Ford Focus negro. El vehículo frena de golpe pero no puede evitar colisionar con el joven que termina revolcado en el capó del coche.
Momentos de incertidumbre. Mario yace tumbado en el suelo.
Una joven vestida de negro sale a toda prisa del interior del Ford. Se teme lo peor.
El chico sigue en la carretera inmóvil.

- ¡Dios! ¿Estás bien?

Mario abre los ojos. Ante él se encuentra una preciosidad con un vestido demasiado escotado y corto para la época del año en la que están. ¿Es el cielo? No. Debe ser el infierno.
Se pone la mano en la cabeza. No sangra.
La joven no quiere tocarle por temor a que se haya roto algo. Es Mario, el que dolorido se incorpora lentamente.

- No te preocupes, parece que estoy bien.
- No te muevas. Si quieres llamo a una ambulancia.
- No, no hace falta. Creo que no me he roto nada.

Aquel ángel de la noche le sonríe. Parece aliviada. Mario la observa ahora con mayor detenimiento. Es una de las chicas más guapas que ha visto nunca. Su pelo negro ondulado, le cae por la cara. Es mayor que él, posiblemente tiene más de veinte años, pero arrastra aún la frescura de la adolescencia.
Entre los dos consiguen que se ponga de pie.

- Y tú, ¿En qué pensabas? Has cruzado en rojo. Casi te mato.

Su voz ha dejado de ser preocupada, para convertirse en recriminatoria.

- Lo siento. Llevo un mal día. Sólo me faltaba esto.
- Pues no deberías intentar suicidarte por tener un mal día.
- No era esa mi intención. Pero gracias por el consejo.

La chica morena lo examina de arriba abajo. Sólo es un crío. No está mal, pero dentro de unos años estará mucho mejor.

- Me llamo Irene – le dice dándole dos besos inesperados en la mejilla - ¿Y tú quién eres?
- Mario – contesta bajito, sonrojado.
- Bueno Mario. Pues me alegro de no haberte matado y que todo esto sólo haya sido un susto.
- Más me alegro yo.

La chica ríe al oírle. Es mono.

- Me has caído bien, jovencito. ¿Quieres que te lleve a algún lado?
- No. Gracias. No iba a ninguna parte en concreto.

Irene lo mira inquisitiva.

- ¿Problemas de amor?
- Algo así.
- ¿Te ha dejado tu novia?
- No tengo novia que pueda dejarme.
- Interesante.
- No me parece interesante. Es una mierda.

La chica del vestido negro vuelve a sonreír. Le gusta su rapidez mental. Es inteligente. Mira a su alrededor y piensa en algo.

- Oye, ¿por qué no comemos algo allí y me lo cuentas? – dice, señalando un restaurante de comida rápida.

Mario se muestra sorprendido. ¿Cómo? Él no encaja como acompañante de aquella preciosa chica, varios años mayor. Pero sin saber cómo ni por qué, acepta.
Juntos entran en el local. Sólo están ellos. Piden una hamburguesa cada uno y se sientan en una de las mesas del fondo.
Durante un cuarto de hora conversan. Irene bromea constantemente. Mario azorado intenta seguirle el juego. Se caen bien. Parece que hay conexión, pese a la diferencia de edad.

- ¿Y cómo un chico cómo tú no tiene novia?
- Imagino que no soy lo suficiente bueno para ninguna.
- ¿Qué dices? Eso no es verdad. Eres un chaval muy guapo y muy simpático.

La mejilla del chico arde.

- Pues díselo a ellas. Nunca he tenido novia.
- ¡No me lo puedo creer! – exclama Irene, exagerando sus gestos.
- Créetelo.
- ¿Cuántos años tienes?
- Dieciséis.
- Vaya. Yo a tu edad ya llevaba unos cuantos de novios – dice riendo, sin darse cuenta de que aquello avergüenza a Mario-. Entonces tú aún no...
- ¿Yo aún no...?

Irene sonríe pícara. Se inclina dejando a la vista del joven gran parte del escote y le susurra al oído.

- Que nunca lo has hecho – susurra.

Mario traga saliva. Sus dedos juegan nervioso con la servilleta.

- No – contesta, aunque apenas se le oye.

La chica dibuja su enésima sonrisa.

-¿Y no te gustaría?

¿Y ahora que dice? Se está poniendo muy nervioso.

- Claro. Pero...

Irene se levanta de su silla. Mira a izquierda y derecha. El local sigue vacío. Se acerca a Mario y le coge de la mano.

- Ven – le ordena sensualmente, guiñándole un ojo, invitándole a que se levante también.

Le tiemblan las piernas pero obedece. Aquello no puede ser verdad. No se puede creer lo que le está pasando. Se pellizca. No, no es otro sueño como hace un rato. Sería demasiado soñar con algo así.
Irene lo guía hasta el cuarto de baño. Abre la puerta del de chicas. Es bastante amplio. Entran y cierra con llave.

- Mario, ¿Qué te parece? ¿Te atreves?
- Yo...

Nunca ha estado tan nervioso. Ni siquiera con Paula. Está encerrado en el baño de chicas de una hamburguesería con aquel bombón preguntándole si quiere tener con ella su primera vez.

- Vamos. No temas.

Irene se le acerca. Le coge las manos y con suavidad comienza a besarle el cuello.
Mario apenas se mueve. Está completamente bloqueado. Cierra los ojos y siente los besos de la chica que ya le ha quitado la cazadora y va a por la camiseta. Enseguida ésta también cae al suelo. Irene no cesa en sus besos.

- ¿Quieres quitarme el vestido?

Mario abre los ojos como platos. No dice nada. Sólo se deja llevar. Rápidamente deja a Irene sólo con la ropa interior. También él, tras bajarle el pantalón, está sólo vestido con la ropa interior.

- Relájate. Deja que yo te enseñe.
Mario obedece. Se deje llevar una vez más. Siente sus besos, sus caricias. Ha soñado muchas veces con este momento pero con distinta protagonista.
El ambiente cada vez se caldea más. Sus cuerpos se unen. Suspiros.
Dando rienda suelta a su pasión, Mario abre los ojos en el espejo del baño. Sonríe por fin. Al final el día no ha ido tan mal. Y durante los próximos minutos, todavía sería mejor.